Al golpear las puertas de las casas ubicadas en la calle Manuel Larrea, pleno centro de la ciudad, los dueños salen cubriéndose las fosas nasales. Al permanecer cinco minutos en el sitio se les entiende, ellos ya no soportan la carga de smog y no exageran cuando dicen que al exponerse por más tiempo terminan pintados la cara de hollín.
La vía es de dos carriles. Tienen libre tránsito tanto los vehículos particulares como los articulados del Metro-Bus que, a criterio de Mauro Morales (nombre protegido), morador del sitio, son los principales responsables de la contaminación.
A este ciudadano, el Municipio de Quito lo habría multado por no pintar su casa, se le impuso una multa de 1.056 dólares, la primera cuota fue de 220 y tuvo que hacer pagos de 141 dólares por seis meses.
El individuo ahora se pregunta qué tipo de indemnización puede exigir por los daños a nivel pulmonar que está teniendo a causa de la exposición al hollín que arrojan diariamente los articulados, principalmente los amarillos que tienen el tubo de escape hacia el costado izquierdo, estos pintan hasta el cemento del bordillo.
Uno de los sitios de mayor concentración del smog es la intersección de las calles Manuel Larrea y José Riofrío, allí el hollín está empastado en las protecciones de los medidores, basta con pasar los dedos de las manos y ver como esta sustancia pinta la piel.
El carboncillo se ha tomado las puertas de las casas, las ventanas, las paredes y hasta los rótulos donde consta el nombre de la calle. No se libran ni la red de alumbrado público, los rótulos de los negocios y hasta los alimentos que de exhiben.
Janeth Bravo dice que no puede mantener su casa aseada, el material ingresa por las puertas y se posa en los electrodomésticos. Ella y sus hijos están con problemas respiratorios, dice que todo es a consecuencia del nivel de contaminación que soportan.
Piden control de los automotores
El pedido que hacen al Municipio es que obliguen a las unidades de este corredor a realizarse un chequeo permanente. “Nos están matando en vida, aparentemente estamos bien, pero no es así”, dijo Bravo.
Los habitantes aducen que a las 06:45 es lamentable ver a los estudiantes de los colegios aledaños envueltos por el gas negro que arrojan los buses desde los tubos de escape. Manifiestan que a pesar de que se cubren los rostros y buscan desesperados salir de la nube que se forma, terminan tosiendo.
A esta calle se la compara con la Necochea al sur de Quito, donde por años soportan una gran carga de hollín que arrojan las unidades, sobre todo en la cuesta del sitio identificado como los 2 Puentes. (PSD)
El Dato
Un promedio de 11 familias han salido del sector de la Necochea, al sur de Quito, porque se cansaron de estar expuestos al hollín de los buses.