El 18 de febrero de 1918 en una cama, fría por el gélido viento que corría en Ambato, nació Homero Soria, uno de los hombres más ilustres de la ciudad y la provincia.
e para una sociedad determinada, no significa tener un nombre y apellido rimbombante, es haber servido de una u otra forma al entorno en el que se desenvuelve”, aseguró Hugo Carrillo, sociólogo.
Su matrimonio
Habían pasado 38 años desde que Homero había llegado al mundo, cuando decidió viajar a Italia para perfeccionar su técnica de pintura sobre lienzo.
Al norte del país europeo, en la ciudad de Como, el joven ambateño, encontró su realización artística, lo que llegó de la mano con el amor de su vida.
Giovanna María Re, de grandes ojos azules, fue la mujer que logró conquistar al ecuatoriano que según comenta ahora a sus 88 años, ha vivido los momentos más felices de su vida durante los 52 años que lleva casado.
“Claro que soy una de las adquisiciones más valiosas de Homero, por eso me trajo desde Italia, creo que soy su mejor título”, comento doña Giovanna, con una gran sonrisa mientras apretaba la mano de su amado esposo.
Producto de su amor nacieron Silvia, Mónica, Diego y Sandra, quienes les brindaron lo que ellos denominan las 10 más grandes alegrías de su vida.
“La ternura y vida que brindan los nietos es incomparable, eso nos regala un poquito de vitalidad a quienes ya tenemos varios, pero varios años encima”, comentó Soria.
La política
Con cierta picardía y poco entusiasmo, comenta que a pesar de haber sido vice alcalde de Ambato, la política no fue su fuerte.
“A Dios gracias jamás se le ocurrió tomar otro rumbo dentro del mundo político, eso si nos hubiese dado más problemas”, aseguró su esposa.
Pintaba todo lo que
su mente podía captar
Con el piso como caballete, una hoja como lienzo y diversos crayones y colores, a sus cortos cinco años empezó a pintar todo lo que su mente captaba, desde ese entonces tomó a la pintura como su mejor amiga y compañera.
“Me encantaba pintar y modestia a parte lo hacía bien, así que empecé a copiar y mejorar técnicas que satisfagan mi hambre de arte”, aseguró.
Con lágrimas en sus ojos y con una mirada profunda y nostálgica, recuerda a su madre viendo y alentando sus trabajos de pintura.
Sin embargo, como en su familia no creían que del arte se podía vivir, lo enviaron a estudiar en la Capital de la República.
El Colegio Municipal ‘Juan Montalvo’ de Quito fue la institución que le brindó la oportunidad de formarse como normalista, lo que le permitió ser profesor del centenario colegio Bolívar de su ciudad natal.
“Las travesuras y conversaciones de los estudiantes me motivó muchas veces a pintar la realidad de sus vidas, que en ocasiones estaba llena de tristezas y penas que aturdían sus jóvenes mentes y corazones”, comentó.