El eterno retorno

Por: Febo

¡Amanecer!,

Matriz, seno, sino,

madriguera cálida;

sin ti,

cieno sería,

inerte materia.

¡Alumbramiento!

luz de la existencia,

alba tu vientre,

aurora tu meridiano;

de tanto vivir lamento,

ser incapaz de prolongar la madrugada.

¿Podrán ojos algunos experimentar mayor belleza que el fulgor matutino?,

¿olfato alguno mayor deleite que el sabor primerizo del aire?,

¿tacto alguno mayor paz que arrellanarse sobre un lácteo regazo?,

¿espíritu alguno mayor gozo que el no sentir el abandono?

Si lo sabré yo,

Vástago afortunado,

chiquillo mimado-rapaz consentido,

capricho del destino,

casualidad fortuita,

¡vida!

vendimia de un amor genuino

cosecha de tu molde.

Dicen que el amor infantil es el más puro,

burda patraña,

seré entonces un mocoso tardío,

pues pretendo redimirme de juventud,

de bochornosa ignorancia sobre la ternura, la enfermedad y la muerte;

estúpido bisoño incapaz de entender lo efímero,

novato ingrato niñato pazguato,

¿quién demonios me iba a decir que los años eran tan líquidos?

cascada inasible,

vertiginoso torrente.

Empero,

algún momento habría yo de partir,

artero,

la perspectiva no se puede omitir,

inestable damero,

terminé deambulando cual sonámbulo nocturno,

sumergido en estratagemas oníricas,

discurriendo lejano en batallas absurdas.

divagando cual lunático taciturno.

Viaje de largo aliento,

ligerito de tiempo y equipaje,

sin presuntuosidad quijotesca,

como recomienda mi padre.

Sin embargo,

nadie puede extinguirse en el exilio,

aun los muertos se repatrían,

así,

he de regresar siempre a la raíz,

al claustro del cual provengo,

al equilibrio de su hado;

la sempiterna cuna que mi futuro aúna,

un arrullo en el desierto para mi corazón yerto.

Intuir el ocaso es atisbarlo,

y al atisbarlo ansiar rabiosamente dilatarlo,

pues pocas cosas son tan hermosas como el réquiem ígneo de un cielo cercano,

perenne coro de pincelada conspicua que el crepúsculo sintestésico inspira.

¡Nostalgia en lontananza!

Serás tú,

la estrella más brillante del firmamento,

el claro que entre nubarrones venideros brilla,

el mástil de esta endeble quilla,

serás tú,

mi horizonte eterno.

Macerada mi materia

primamatizada en ti,

Mayúscula unidad del amor,

Maitin crepuscular.