Buenos Aires: el día a día de la ‘zona rosa’

Sitio. ‘La Fogata’ era uno de los lugares más grandes y visitados por mineros.
Sitio. ‘La Fogata’ era uno de los lugares más grandes y visitados por mineros.
Espacios. Galleras con graderíos y hasta hondonadas para las peleas se adecuaron en los mismos burdeles.
Espacios. Galleras con graderíos y hasta hondonadas para las peleas se adecuaron en los mismos burdeles.
Contabilidad. En el recorrido de La Hora, las libretas con las cuentas por cobrar aún estaban en los locales de la ‘zona rosa’. Licores y chicas hasta se fiaban.
Contabilidad. En el recorrido de La Hora, las libretas con las cuentas por cobrar aún estaban en los locales de la ‘zona rosa’. Licores y chicas hasta se fiaban.
Cuartos. Espacios diminutos y con una suerte de camas de madera y bloques eran usados por las trabajadoras sexuales.
Cuartos. Espacios diminutos y con una suerte de camas de madera y bloques eran usados por las trabajadoras sexuales.

Solo rezagos quedaron de lo que fueron los centros de tolerancia de los mineros.

Redacción URCUQUÍ

Un graderío de tierra separa a ‘La Feria’ de lo que se conocía como la ‘zona rosa’ de El Triunfo. Por el pequeño andén, mientras duró la ‘fiebre del oro’, cientos de personas cruzaban para llegar a los tres grandes burdeles que funcionaban en el lugar.

Estos sitios, por su estructura, también eran utilizados para juegos de azar, apuestas y la ingesta de todo tipo de bebidas alcohólicas. Un equipo de La Hora recorrió la ‘zona rosa’ en el primer día de incursión policial y militar, tras el Estado de Excepción, que entró en vigencia el primero de julio.

‘Zona rosa’

En cada estancia, un olor tan concentrado como extraño se desprendía. El bar ‘La Fogata’, tal como se lee en las luces led de la barra, parecía ser uno de los más completos y, por ende, el más visitado. Luego del desalojo, los restos de objetos que quedaron en el sitio hacían que el lugar hablara de lo que hasta unas horas antes de la llegada de la Policía y el Ejército era.

Tras unas seis horas de la incursión del Estado, silletas en el suelo, mesas maltrechas, una barra en la que -por el apremio- se quedaron vasos olvidados y algo de bebidas alcohólicas fueron la evidencia de lo que se improvisó en la zona minera de Buenos Aires, para satisfacer las necesidades de miles de personas que llegaron a lucrar de actividades ilegales.

Al ingresar a cada espacio de ‘La Fogata’, las sorpresas aparecían. Jaulas donde se guardaban gallos, que eran usados para peleas dentro del mismo cabaret, estaban a la vista. En el sitio se había hecho una adecuación al piso de tierra, replicando una hondonada idéntica a las grandes galleras citadinas, contando hasta con un graderío de madera para observar la lid entre las aves.

Junto a ello, estaba una libreta en la que constaban varios nombres y, al lado de ellos, el número de las mujeres que cumplían trabajos sexuales, así como las botellas de licor que se consumían: una especie de contabilidad de lo que cada noche, todas las noches y, posiblemente durante las 24 horas del día, se realizaba en el lugar.

Otro burdel

Una estructura contigua a ‘La Fogata’ también lucía ya desolada, a menos de seis horas del inicio del operativo del 2 de julio. De entrada, un gran tubo empotrado en el piso de cerámica, construido sobre el tierrero de la zona, daba la bienvenida.

Internarse dentro de esta estructura se asemejaba a un laberinto. Las llamadas ‘piezas’, donde las trabajadoras sexuales cumplían con sus labores, no eran más que pequeños, oscuros y tenebrosos habitáculos donde apenas caben un par de personas, quienes obligatoriamente tenían que utilizar una especie de catre construido sobre tres filas de bloque y tablones de madera, sobre los que se colocaban delgadas colchonetas, propiciando la insalubridad y la exposición a todo tipo de contaminación corporal se hiciera presente.

“Ellas tenían una tarifa diferente. Había algunos hombres que venían directo de la mina, de allá arriba, y como no estaban aseados pero tenían sus necesidades, de todas maneras los atendían. Pero el costo era mayor. Ahora, si uno iba todo arreglado y limpio el precio era más bajo.

Claro, todo dependía también de la persona que llegaba, porque los trabajadores no ganaban lo mismo que los dueños de fosa, así que las tarifas se manejaban conforme las posibilidades de los mineros”, dijo, mientras desalojaba, uno de los extranjeros que a pie y cargando una colchoneta salía de Buenos Aires, quien prefirió reservar su nombre por miedo a represalias.

Lucrativo negocio

Desde pagar 3 dólares por una lata de cerveza, hasta dos o cinco sacos de material minero a cambio de una botella de trago, eran parte de los montos y trueques con los que se negociaban en estos ‘centros de diversión’, por los servicios ofrecidos.

Una libreta llena de apuntes mostraba, en varias de sus hojas, las sumas, restas y hasta créditos de pago que se efectuaban. Las prostitutas eran parte de los ‘productos’ que podían ser hasta fiados. Entre las estructuras, también había una sala de billar. Tres mesas fueron abandonadas tras la intervención uniformada, que luego sirvieron de cama para los efectivos que ahora resguardan la zona.

Las cantidades de dinero y oro que circularon en estos negocios ilegales fueron representativas. Eso explicaría, de alguna manera, la suma de mujeres de nacionalidad extranjera que se apostaron en el peligroso lugar, pues el trabajo era continuo y la paga buena, aunque el riesgo también era inminente.

“Aquí les violaban. Algunas se fueron y no regresaron, pero a la mayoría ya no le importaba eso y seguían trabajando. Mientras estuvieran dentro de la ‘zona rosa’, de alguna manera estaban más seguras que circulando por fuera”, refirió la fuente a La Hora.

Para la Policía y el Ejército, dichas estructuras seguirán siendo usadas como residencia temporal del personal uniformado. En este mismo proceso de intervención se espera que, posteriormente, las instalaciones artesanales sean demolidas, para evitar que el sitio y toda la zona minera vuelva a ser visitada por trabajadores ilegales y grupos armados que también rondaban la localidad e impusieron su ley, según los residentes y trabajadores. (MAGC)

DATO

Las mujeres dedicadas a la prostitución fueron parte del primer grupo de personas en abandonar la zona minera de manera voluntaria.