Redacción, QUITO
Freddy e Ian Tupiza, tío y sobrino respectivamente, vieron en la Fiesta de la Luz una oportunidad para llevar unos dólares a casa. Ellos tienen un negocio familiar de confección de disfraces y los últimos cinco días salieron al Centro Histórico a ofrecer una alternativa diferente a los asistentes del evento.
Ambos vistieron de payasos protagonistas de una película de terror. Los clientes pagaban un dólar para sacarse fotografías con los terroríficos personajes.
Como ellos, decenas de artistas callejeros brindaron una alternativa a los ciudadanos que caminaban por la calle García Moreno, metros más al sur del Palacio de Carondelet.
Freddy Delgado, asistente al evento, destacó la organización de las autoridades para la movilidad de las personas. Esta es la tercera vez que asiste a la Fiesta de la Luz y es testigo de cómo el Municipio ha ido afinando los detalles para enriquecer el espectáculo.
“Con las rutas para los peatones organizadas ahora ya no estamos de un lado para otro y podemos caminar en una sola dirección. No nos chocamos con las otras personas”, destacó Delgado.
Creatividad y diferencia
Sobre la calle Chile, antes de llegar a la intersección con la Venezuela, estaban dos personajes luminosos con unos trajes de robots hechos a base de fómix, un material esponjoso, con luces led como accesorio principal.
Pedro Lanz, de nacionalidad venezolana, es quien los confecciona con ayuda de otras seis personas. Ellos también posaban para fotografías a cambio de un dólar. Esa fue, hasta ayer, su forma honesta de ganarse la vida.
Teatro callejero
Sobre la misma calle Chile se montó un teatro cómico que daba la bienvenida a los visitantes. Un grupo de muchachos armó su show con malabares en monociclos mientras hacían ‘volar’ machetes por los aires.
Todos los artistas coincidieron en que, pese a ser una forma de distracción informal, no tuvieron contratiempos con las autoridades de control para poder trabajar. (FLC)