Otro año sin besos bajo el muérdago

Llega Navidad y para muchas, es un año más común y corriente siendo protagonistas de uno de los temas de conversación de la familia. Es que es casi inevitable que sometan a las mujeres de la familia al interrogatorio por el novio, la soltería y el tren que se va. El único tren que queremos que se vaya es el que nos lleve a otro país, de viaje, lejos.

Quienes nos hemos declarado “solteras empedernidas”, la vemos siempre negra cuando se trata del amor. Y no es que no lo hayamos vivido, sentido y gozado, pero nos ha ido mal. Y no es mala suerte, solo que, a nosotras, muchas veces el amor nos vuelve sordas, ciegas y… pendejas. Hablamos sobre la independencia sentimental como el pilar de nuestras vidas, pero sufrimos y hoy, nos tenemos que hacer cargo de nuestras ‘malas’ decisiones.

Nos ilusionamos de quien nos hace pasar pendientes del teléfono porque simplemente no se ha decidido a escribirnos y nos inventamos cuentos sobre su exceso de trabajo o sus días malos. Tratamos de llamar su atención con temas de conversación llenas de intelecto, nos ponemos fit, frecuentamos lugares que no nos gustan y escuchamos música que detestamos. Lo difícil no es lo típico, el amor no desgasta, no angustia y no nos hace dudar de nosotras mismas, NUNCA. Si los síntomas son estos y estás empeñada en enfermarte, el diagnóstico será sufrimiento inevitable.

El enamoramiento no debería lastimar ni poner pretextos. Así que, en esta Navidad, les dejo un solo deseo, el de encontrar el amor más grande que podemos tener: el propio. Nunca vamos a estar más jóvenes, más preparadas, más guapas, más listas para comernos el mundo y eso tenemos que disfrutarlo primero nosotras. A tratarse con amor, que luego la compañía llega sin estrés ni lágrimas.

¡Felices fiestas!