¿Mueren las democracias?

Las democracias padecen de hemorragias internas en varios países del mundo sin distinción entre aquellos que están considerados como desarrollados y otros en vías de serlo. En otras palabras, se acercan a sus tumbas, debido a causas muy propias de sus sistemas políticos. Hay una infinidad de orígenes que aceleran este proceso, como los autoritarismos, según las explicaciones que desarrollan los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro, Cómo mueren las democracias. Hay varios ejemplos que saltan a la vista como Venezuela, aunque esta nación dejó ser un régimen democrático para convertirse en una dictadura.

El autoritarismo puede caracterizarse por la hegemonía de liderazgos que llegan a gobernar sobrepasando las leyes o, mejor dicho, administran los Estados con leyes a su medida o leyes sastre. Eso conduce a la inexistencia de rendición de cuentas o, a su vez, a la creación fantasiosa de actos de constricción frente al pueblo. Bajo esta política se genera un escenario de premios y castigos, en los que se incentiva a la militancia ciega, y se persigue y criminaliza a los adversarios y críticos. Por tanto, se fomenta un escenario de polarización que se convierte en un caldo de cultivo para el populismo.

Las democracias también se mueren por la falta de una ciudadanía activa, es decir, debido a la desaparición de un contexto de lectura crítica de la realidad por parte de la población, del inexistente ejercicio pleno de los derechos y, sobre todo, del incumplimiento de los deberes políticos como el involucramiento en las cosas de sentido público. La desidia y la fatiga de las personas abren las puertas para que nos gobiernen los peores, pero esto también tiene que ver con la falta de referentes, un clima de hastío por la pésima calidad de los líderes, la desaparición de los partidos y la corrupción.

Como se puede ver, hay muchas maneras que podrían acelerar las muertes de las democracias. Entonces, si su identificación es temprana, podemos salvar al menos imperfecto y malo de los regímenes políticos, a pesar de los otros, como decía Winston Churchill.