Servicio público

El mercado audiovisual de consumo familiar cambió completamente. Las plataformas conocidas como OTT (over the top), por sus siglas en inglés, reinan y desplazan a los demás formatos de distribución de contenidos audiovisuales.

Pero, ¿qué pasa en Ecuador? La disputa por el mercado de la televisión sigue en pie y la publicidad es la joya de esa corona; en el país nadie piensa más allá de la televisión abierta, porque el negocio y el poder aún se pelean allí.

A nadie le interesa la renovación de los modelos económicos que requieren inversión e innovación de formatos, tecnología y soportes en nuestra televisión. Es muy cómodo para las cadenas ser solo difusoras de contenidos y no productoras, porque no se invierte ni se se prueba, y cuando se ha incurrido en ello, no se piensa en la calidad sino en la cantidad y la propuesta populista.

En Ecuador no hay desarrollo audiovisual, aunque los agremiados dirán que sí, que las películas han resurgido la industria y que hoy hay producciones nacionales en el ambiente regional. Pero no están en la televisión nacional, no hay consumo interno en plataformas que la gente realmente consume: las pantallas móviles.

Si la comunicación era considerada como un servicio público, mediante el cual tantos inteligentes críticos, comunicólogos y docentes universitarios, se pronunciaron a favor, por qué no pelearon para que el consumo de cine nacional se diversificara y que la industria creciera en productoras y distribuidoras en espacios alternos para modificar el mercado de los ‘zares’ de la televisión, pero eso no interesaba.

Si la comunicación era un servicio público, la actividad audiovisual también debió serlo, al igual que Internet o las plataformas mediáticas, pero cuando hablamos de contenidos, la “inteligentzia” solo mira la información periodística, como si lo demás no fuera comunicación.