Entre carritos y muñecas

La historia ha sido marcada por un sistema binario entre lo masculino y lo femenino, una reducción cultural que, de manera inevitable, refuerza las brechas de género al imponer roles no solamente a las mujeres, sino también a los hombres. Un sistema que difiere de la realidad y excluye a las minorías, y un mundo cada vez más dinámico y diverso.

Llego a este concepto, porque hace un par de días fui a comprar juguetes y, recién a mis 23 años, me di cuenta que los juguetes tienen un rol crucial en la formación y desarrollo de los niños, ya que los etiquetan, informan sus conductas y su forma de ver la vida, los predeterminan, les asignan rasgos, personalidades, modelos a seguir y roles. Una confrontación interminable entre lo valiente y lo débil, lo sensible y lo rígido, la audacia y la sumisión, la belleza y la fuerza, lo azul y lo rosa.

Las niñas reciben juguetes relacionados a la crianza, cuidado del hogar, belleza, artes, manualidades y muñecas que, debo decir, en muy pocos casos las encontramos con características reales e imperfectas, como somos en realidad. A los niños, por el contrario, les llegan carros, armas, juegos de estrategia, electrónicos y artículos deportivos.

¿Qué pasa con esos niños que sueñan con cocinar, bailar ballet y criar a sus hijos, y con esas niñas que quieren viajar al espacio, hacer deportes extremos o enlistarse en la milicia? Limitar y encasillar a los niños y niñas es el primer paso para truncar su desarrollo y sus sueños. Así que, en un mundo donde todavía existen cosas “para niños” y cosas “para niñas”, me quedo con los hombres que no se acomplejan de usar rosa, ser románticos, y con las mujeres que no se acobardan de buscar aventuras, ser ellas mismas y decir las cosas como son.