Voto irracional

La política es el ejercicio del poder y cuando un gobernante lo pierde, el arte de conducir un asunto público cambia de rumbo. Esa bufonada, que concluyó con la censura y destitución de María Paula Romo, parece desviar la ruta de asuntos acuciantes como pretender que el Estado asuma la deuda de la Seguridad Social de la Policía (Isspol) después de detectarse un fraude monumental. Esa interpelación de los legisladores parece otra jugada perversa y propagandística de mal gusto para ganar votos pero sin respeto ni a la razón ni emoción del ecuatoriano de a pie.

Un jaque a la cara visible del gobierno pero cuidando determinados fines como alargar la agonía de un régimen anodino en salida. Con un nuevo ministro de Policía que logre sobrellevar la pandemia junto a más anuncios incumplidos y ganar tiempo tras la demagogia de supuestos cargamentos de vacunas. De tal manera que la seguridad ciudadana se asimila a las nuevas costumbres y restricciones después de la gran cuarentena; se acoplan controles ante la escalada delincuencial, se empolva una ley anticorrupción y se complica recuperar los fondos de los policías jubilados estafados.

¿Por qué dar poder a políticos fraudulentos? ¿Nos merecemos agrandar la crisis de moralidad? ¿No es por eso que el ciclismo, el fútbol y el arte son una forma más elevada de vida y de poder pues nos muestran, en sencillo, el éxito y la fragilidad del ser humano? ¿No es por eso que el talento y despedida de Diego Maradona merecen más admiración, respeto, atención y compasión que cualquier hecho político o electoral? ¿No es por eso que la religión usa y repite mitos; y los países, héroes para liberarse e identificarse? ¿No es por eso que las masas encumbran y destruyen populistas de carne y hueso para luego descargar miserias y desatar pasiones?

Si hay algo terrorífico es el voto irracional. Destino inexorable si se ofrece regalar dinero virtual o eliminar multas de tránsito. Mentiras construidas sobre la necesidad de la gente. Es que no se trata de escoger entre banqueros o liberales, izquierdas o derechas, que inventen conspiraciones y agranden enemigos para promover la indignación y el odio sino de entender que la intuición precede al acto racional. Un voto es un acto de sagacidad, perspicacia y astucia.

La política es el ejercicio del poder y cuando un gobernante lo pierde, el arte de conducir un asunto público cambia de rumbo. Esa bufonada, que concluyó con la censura y destitución de María Paula Romo, parece desviar la ruta de asuntos acuciantes como pretender que el Estado asuma la deuda de la Seguridad Social de la Policía (Isspol) después de detectarse un fraude monumental. Esa interpelación de los legisladores parece otra jugada perversa y propagandística de mal gusto para ganar votos pero sin respeto ni a la razón ni emoción del ecuatoriano de a pie.

Un jaque a la cara visible del gobierno pero cuidando determinados fines como alargar la agonía de un régimen anodino en salida. Con un nuevo ministro de Policía que logre sobrellevar la pandemia junto a más anuncios incumplidos y ganar tiempo tras la demagogia de supuestos cargamentos de vacunas. De tal manera que la seguridad ciudadana se asimila a las nuevas costumbres y restricciones después de la gran cuarentena; se acoplan controles ante la escalada delincuencial, se empolva una ley anticorrupción y se complica recuperar los fondos de los policías jubilados estafados.

¿Por qué dar poder a políticos fraudulentos? ¿Nos merecemos agrandar la crisis de moralidad? ¿No es por eso que el ciclismo, el fútbol y el arte son una forma más elevada de vida y de poder pues nos muestran, en sencillo, el éxito y la fragilidad del ser humano? ¿No es por eso que el talento y despedida de Diego Maradona merecen más admiración, respeto, atención y compasión que cualquier hecho político o electoral? ¿No es por eso que la religión usa y repite mitos; y los países, héroes para liberarse e identificarse? ¿No es por eso que las masas encumbran y destruyen populistas de carne y hueso para luego descargar miserias y desatar pasiones?

Si hay algo terrorífico es el voto irracional. Destino inexorable si se ofrece regalar dinero virtual o eliminar multas de tránsito. Mentiras construidas sobre la necesidad de la gente. Es que no se trata de escoger entre banqueros o liberales, izquierdas o derechas, que inventen conspiraciones y agranden enemigos para promover la indignación y el odio sino de entender que la intuición precede al acto racional. Un voto es un acto de sagacidad, perspicacia y astucia.

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@kleber_mantillac