El consenso que no ven

Esta es una buena época para los sadomasoquistas. Durante toda esta década, aquellos que disfrutan secretamente del castigo y del sufrimiento podrán deleitarse con un país en profunda crisis. Podrán repetir, hasta la saciedad, que nos lo merecemos y recordarnos el poco tino y la nula pericia con que administramos la pasada bonanza que nos regaló la suerte. Podrán, con la boca hecha agua ante tanta desgracia, destacar que estamos cosechando los justos frutos de nuestros actos. Y tendrán razón.

El problema es que, por más que sea verdad, no deja de ser descortés e inapropiado recordarlo. No tiene sentido añadirle a toda la dificultad y amargura que ya atraviesa el país, un barniz de culpas y recriminaciones. Lamentablemente, muchos no parecen entenderlo. De un tiempo acá, abrazar el capitalismo salvaje se ha vuelto una muestra de estatus; tal y como hace unos siglos una persona mostraba su valor enfrentando la caballería enemiga sin pestañear, ahora gritar a cuatro vientos que uno no le tiene miedo al fracaso económico o a las arbitrariedades del mercado se ha vuelto una especie de desplante de virilidad. En el campo electoral, eso es un error gravísimo.

Mucho se habla de que en Ecuador se requieren consensos. Sin embargo, la élite ecuatoriana insiste en negarse a reconocer un consenso que existe desde hace mucho entre los habitantes de esta tierra: Ecuador es un país piadoso con los derrotados. Nuestro largo historial de fracasos nos ha enseñado que siempre estamos a un paso de la ruina, así que preferimos una sociedad un poco menos indolente con los caídos en desgracia. Porque le puede tocar a cualquier en cualquier momento. Por eso aplaudimos ante ciertas medidas de auxilio y políticas de asistencia, por más injustas que sean bajo el racional y lógico juicio del fundamentalismo de mercado, y por eso al momento son dos candidatos antimercado los que encabezan las encuestas presidenciales.

Esta tendencia ecuatoriana a la condescendencia se acentúa en tiempos de crisis. Un modelo económico despiadado como el peruano o el colombiano no prosperará aquí. Todo candidato que esgrima argumentos de sabiondo liberal del tipo “sálvese quien pueda”, “así es la vida” o “yo les dije” estará cavando su tumba electoral.