Medidas acertadas

En Panamá se ha tomado la decisión de suspender actos masivos, en vista de la amenaza que constituye el Covid-19, cuyas consecuencias están dejando, en cifras alarmantes, muerte, enfermedad y retroceso.

No se realizará la procesión del Cristo Negro, en la histórica Portobelo, que se lleva a cabo el 21 de octubre de todos los años y que congrega a una muchedumbre que sobrepasa las cien mil personas que caminan con su característico paso de tres adelante y dos atrás; tampoco, el año venidero, los carnavales, que duran cuatro días, que son renombrados y asimismo congregan a desbordante número de personas, entre nacionales y crecido número de turistas extranjeros, en medio de murgas, polleras, reinas de belleza, disfraces, carros alegóricos, juegos pirotécnicos, comparsas, alegría que conduce al baile movido y tambores que resuenan.

Por otro lado, en Japón se han reanudado actividades deportivas, bajo parámetros de protección como estos: en el principal estadio, con capacidad para 63.700 espectadores, se permite el ingreso de tan solo 7.000 aficionados que deben mantener distancia de por lo menos un metro entre cada espectador que tiene que cumplir estrictos códigos sanitarios y de conducta, como al ingreso pasar control de temperatura corporal, desinfectarse las manos con gel, llevar mascarilla; una vez adentro, no gritar, con la prohibición, además, de todo contacto físico como abrazos y otros actos susceptibles de contagio. Para los nipones, la disciplina rigurosa no es novedad.

Estas medidas son acertadas a fin de evitar la proliferación del virus o el rebrote que aparece cuando el relajamiento hace de las suyas, como está sucediendo en varios países de Europa, luego de la expansión descontrolada que hubo en el verano y que está pasando estremecedora factura.