Cuánto gané cuanto perdí

El titular de esta columna es parte de una hermosa canción interpretada por el cantautor Pablo Milanés, frases que no retrotraen en los momentos que todos tenemos cuando nos damos un tiempo a la reflexión, es cuando con cierta madurez ponemos en una balanza lo que hemos dejado de hacer pudiendo haberlo hecho, lo que no hacemos sabiendo que lo podemos hacer, y, lo que en el presente hacemos; al final de cuentas sólo el resultado de lo vivido es lo que determina las distintas satisfacciones personales.

Es consustancial en todos los seres humanos tener un determinado interés, estos tienen su propia escala como bien lo establece la pirámide de Maslow respecto a la jerarquía de las necesidades, claro es que éstas no siempre tienen un patrón estandarizado de prelación, esto siempre estará acorde a la prioridad personal, no obstante, las de orden biológico nos dan al punto de partida y conducente a los demás propósitos de realización.

Me es de vital importancia lo descrito en líneas anteriores todo en virtud del afamado interés que para muchos se convierte la “necesidad” de velar por el interés de los demás, sin duda es una actitud encomiable, ojalá fuera así, muy a nuestro pesar lo que existente es la antítesis de lo bueno, la necesidad que demuestran muchos no es otra que la de satisfacción de poder del :YO Y LATREIS ( Egolatría) comportamiento conductual bajo el cual se manejan casi todos los actores políticos con el aplauso de acólitos interesados en ser parte del festín que jamás logran ser parte, muchos recibieron el pago de sus aplausos cuando caminaban juntos al salvador de turno.

La única necesidad que en verdad nos han demostrado un alto porcentaje de quienes nos representan en los distintos entes de representación ciudadana, sólo ha sido la necesidad de control para quienes los rodean como estrategia de priorizar sus propios intereses, lo primordial ganar dinero que jamás han tenido y de forma vergonzante, otros incrementar su patrimonio.

Como bien lo comento días anteriores un destacado columnista de este medio, en su artículo El poder de la palabra, éste se lo viene ejerciendo con la “fina” habilidad del engaño, a la gente en hacerlos creer que ellos son primero; no son más que sofistas de baja calaña, falacistas profesionales que juegan con el sentimiento de los que en realidad si tienen imperiosa necesidad. Muchos ya están plenamente identificados, cuanto ganaremos si los aislamos del servicio público, no hay que seguir perdiendo

Eduardo Tabarez Ramírez

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