A décadas de poder juzgar

Hubiese sido mejor que todo esto se resolviera con estatura. El presidente Lenín Moreno, tras llegar al poder y toparse con las verdaderas cuentas del Estado y descubrir fuerzas oscuras en su partido, hubiese podido informar al país al respecto, decretar la muerte cruzada y llamar a elecciones. Total, había llegado al poder aupado y bendecido por ese mismo partido al que acusaba de villano y gracias a los votos de una mayoría que exigía que se siguiese haciendo lo que hasta entonces se había hecho. De ganar nuevamente elecciones, tras romper con el expresidente Rafael Correa y su partido, la legitimidad de Moreno hubiese resultado incuestionable y, en un verdadero clima de democracia y separación de poderes, la justicia hubiese podido hacer su trabajo.

En lugar de ello, la historia que ha conducido a la condena de Correa, algunos de sus colaboradores y unos pocos empresarios ha sido una mera trama de traiciones, ruindades y arbitrariedades de las que ningún país debería enorgullecerse. Intrigas internas, un disimulado golpe de Estado conducido por un déspota ilustrado octogenario, justicia diseñada para la ocasión, prensa rabiosamente militante, proceso apresurado, pruebas que no terminan de convencer; los ecuatorianos saldremos de esto todavía más cínicos.

Ni siquiera los victoriosos deberían sentirse contentos. Los autores, cómplices y beneficiarios del pasado frenesí son muchísimos más que los que pasaron por el banquillo; muchos de ellos incluso fungen ahora de adalides de la democracia y la justicia, son tenidos por empresas ejemplares o como gobiernos amigos. El dinero robado no se ha recuperado y el mal administrado no se recuperará jamás. La oportunidad y el tiempo perdidos por el gobierno de Rafael Correa no volverán por mucho que se encarcele a medio mundo y ni siquiera hemos visto aún los profundos efectos de una década de adoctrinamiento y propaganda sostenidos en el comportamiento de la gente.

No se puede hablar de justicia. Esto es apenas un acto más del juego político con el fango hasta el cuello; el próximo round, las elecciones, está a la vuelta de la esquina. Estos tiempos han sido de tanta crispación y convulsión que pasarán muchos años antes de poder hacer un juicio verdaderamente justo de la década de Correa.

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