Reacios a la civilización

En las batallas entre intelectuales hay una escena que se repite.

Por lo general, los marxistas suelen recordarles con especial saña a sus contrapartes liberales que, en un tiempo no muy lejano, ellos también eran de izquierda; es un golpe bajo, una acusación de debilidad y corrupción que parte de la obsesión izquierdista por el ‘sacrificio’ y sugiere que los conversos no fueron capaces de resistir la tentación de los manjares de la derecha. Creen que ser de izquierda es sufrido, como hacer dieta o aguantar la respiración, que por lo tanto solo los más fuertes consiguen mantenerse incólumnes y que quien reniega lo hace por debilidad.

Probablemente la mayoría de los más vociferantes y combativos portavoces de la derecha en Ecuador tienen un bien documentado pasado de izquierdismo rabioso. Sin embargo, esta metamorfosis no es algo exclusivo de esas corrientes y menos aún de nuestro país. El movimiento ecologista mundial también se nutre de muchos militantes de izquierda. Los ateos más proselitistas y conflictivos suelen tener un pasado marcadamente religioso. Incluso, muchos de los más dedicados radicales islamitas de Occidente suelen provenir del extremo marxista. Hay países, como Colombia o Afganistán, en los que, cuando se trata de radicales violentos, la frontera entre nacionalista, narcotraficante y socialista es indistinguible.

Lo curioso es que, tras el giro ideológico, cambia muy poco su esencia. Siguen siendo los mismos, solo que con un diferente discurso, porque, cuando se trata de ese tipo de gente, lo importante no son las ideas, sino la personalidad. Se trata de personas ambiciosas, vanidosas y controladoras para las que la ideología es un mero vehículo intercambiable al que se suben para llegar a su verdadera meta: el poder y la exposición.

Se supone que la democracia, con su masiva participación y su ausencia de barreras para el surgimiento de nuevos cuadros, es un efectivo antídoto ante esta clase de líderes. Por ello, cabe preguntarse qué estamos haciendo mal en Ecuador para que, pese a todo, las papeletas, en los medios y la sociedad civil sigan dominados por esta clase de sujetos.

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