Para tomar en cuenta…

114 millones de presupuesto para el proceso electoral de febrero 2021, como si viviésemos una bonanza nacional; 92 millones para primera vuelta y aproximadamente 22 para la segunda, como hablar de dos reales en uno de los momentos más críticos de la economía del país.

El dinero fuera poco si alguna esperanza tuviésemos del arreglo que se podría venir gracias a las elecciones, pero con el nivel de candidatos, cada uno peor que otro, y de los cuales debemos buscar “el menos malo”, porque esa es la costumbre, resignarnos a votar por el menos vulgar, por el que no está procesado judicialmente o por el que no ha retornado del autoexilio, una vez que han prescrito sus delitos.

La vida en el Ecuador es difícil con trabajo, e imposible desde el desempleo que crece geométricamente sin vicios de solución. Hacer empresa es una especie de “delito” porque caen, como aves de rapiña, obligaciones de toda índole, a manera de castigo por el emprendimiento.

El campo se pone de moda en los tiempos electorales, los candidatos le hacen apologías y nos venden mil y un planes hasta conseguir el voto, después lo olvidan y se queda abandonado, como ha vivido ancestralmente. De él los campesinos en la desesperación buscan un nicho en la informalidad citadina y varios inversionistas hasta abandonan sus tierras.

Las calles del país están llenas de gente en plena mendicidad, las ventas de “chucherías”, los limpiadores de parabrisas y los malabaristas improvisados, pululan entre los vehículos que se detienen en los semáforos, a la espera de unos centavos para el hambre.

No hay diferencia entre los miles de venezolanos que en calidad de indigentes generaron un éxodo de su propio país, con los pobres del Ecuador que se disputan codo a codo la caridad en las calles.

El endeudamiento externo inmisericorde, la corrupción, el desempleo y más males que nos heredaron los “revolucionarios de la década ganada”, los mismo que se festinaron los fondos del Feirep, los dineros del IESS, las reservas nacionales, todo a nombre de “inversión” y que ahora, sin vergüenza alguna, se presentan como redentores en busca de votos.

Hemos vivido de ofertas que se vuelven miserables cuando los que llegan al poder, se cargan con el santo y la limosna en la primera de bastos; pero, no hay otro castigo para los bandidos que la cárcel y cuando de ella se burlan, la condena de su pueblo en las urnas.