Falta de amor propio

¿Si seguimos cometiendo los mismos errores políticos, no será que carecemos de amor propio y autoestima? La respuesta, sencillamente, es sí. El cóctel que lo explica es fácil: falta de memoria más una endeble dignidad, porque el voto se ha podido comprar con cualquier cosa: desde una camiseta estridente hasta una frase rimbombante y vacía de sentido de algún populista, pero espectacular en efecto y sensacionalismo. Este no es un tema de moralismo ni fanatismo, es un asunto de inteligencia y sentido común, porque cuando alguien entrega su voto a quien robó, humilló y cuenteó algo sucede con la razón, aunque la política contenga grandes dosis de emociones.

Pero si todo fuese solo emociones, entonces los ecuatorianos seríamos campeones para demostrar pasión por ciertos candidatos y candidatas que nos han llevado a la quiebra y a los peores lugares en el ranking de los países más corruptos. El saldo es evidente: un país quebrado, médicos que se juegan la vida todo el tiempo y no reciben sus salarios, operativos novelescos que aturden el verdadero camino para saber quién repartió el sistema de salud, un millón de personas desempleadas y eso se debería multiplicar por tres en cada familia, pero esperamos ansiosos que ocurra una “revolución”, una “transgresora propuesta antisistema”, una proclama que combine “romance, poesía y una arquitectura institucional permeable al saqueo”. Seguimos esperando la revolución en vez de activar el sentido común.

¿Es necesario tocar fondo y llegar a la descomposición total para cambiar? Esto sería lo último en una comunidad que ha tenido miles de historias para orientar el rumbo hacia otros lugares. O ¿acaso no han robado demasiado, violado las leyes cuando les ha dado la gana, usado los recursos del Estado para cosas tan nimias como una mudanza hasta las campañas políticas? El escenario se repite y, curiosamente, con las mismas candidaturas como si en el país no hubiera centenas de miles de personas éticas, formadas y dispuestas a servir, pero me olvidé de que en el Ecuador quien se comienza a destacar es “bajado” porque representa una amenaza para cualquier caudillo. ¿Sufrimos de amor propio?