Referencia a la desfachatez, la desvergüenza, osadía, deshonestidad; son varios los adjetivos que enmarcan este sustantivo que, atenta contra la dignidad y buenas costumbres de las personas de bien. Esto es lo que vemos todos los días, no solo de muchos que ejercen actividades públicas, también de algunos sectores de ámbito privado.
Cuando la firmeza de las convicciones de ser honesto se constituyen en un plan de vida cotidiano, entonces jamás hay un resquebrajamiento a dichos propósitos, nada, ni nadie puede transgredir la solidez de la gente decente, ¿decir que el sistema conlleva a cambiar nuestra conducta, eso solo funciona ante la carencia de una autentica solidez de los ideales que se poseen.
¿Será que hemos llegado a la cúspide de la deshonra social? Los días venideros nos darán mejores y claros indicios si estamos o nos falta por llegar a la cima. Reflexionemos y aprendamos a determinar la existencia de cambio radical que debe ser ahora, no hay tiempo para seguir esperando; todo está en nuestras manos, ¿será fácil? por supuesto que sí, lo que depende de nosotros mismo se logra, es cuestión de salir de esta hipnosis colectiva, creer siempre en los mismos. Es el mejor momento para que ser parte de la solución, el problema no son los mismos descarados, nosotros somos quienes los dejamos avanzar.
La democracia, aún con sus imperfecciones, nos da la oportunidad de tomar de forma unilateral nuestras decisiones, que, ¿nos hemos equivocado,y seguiremos equivocándonos? claro que sí, lo nefasto es persistir con los mismos, o, con quienes no han estado a la altura de sus funciones, el premio de una reelección es para quien con tiene los méritos; la mirada de esperanza debe ser con nuevos actores, al final del camino sabremos evaluar si nos han vuelto a engañar
Empecemos con la autocrítica. Somos los únicos culpables en continuar con la desatención en nuestros anhelos, como seguir con quienes descaradamente desea continuar disque representándonos.
¿Seguiremos prremiando a los descarados?
Eduardo Tabarez