Con palo de ciego

Muchas veces hay que acudir a la cita de viejos y tradicionales adagios impregnados en las sociedades, aunque a las nuevas generaciones no les llame la atención por constituir algo cursi.

Lo cierto es que en este país no solamente la pandemia como que nos tiene afectados en el ánimo y el temor, hasta en la indisciplina, sino que se percibe una suerte de anomia, desmemoria, confusión, sordera de alto riesgo, hasta bisoñería en la toma de decisiones desde los niveles del Ejecutivo y aún desde la llamada Asamblea.

Desde antes de la llegada del flagelo viral ya se advertían estos síntomas que al final anunciaban lo que hoy se parece a una nave a la deriva. Pero en su descalabro no es que asuma culpa el Presidente y sus cercanos, pues el Legislativo es un espacio lastimero que, si bien su origen es político, en sus adentros siempre recorre otro virus, el de sus propios intereses, los de siempre por llegar al poder, que al final siempre son los mismos hablando a nombre del pueblo, sirenas con cánticos engañosos o con graznidos de cansinos decibeles, y en la oposición ciega a todo, menos a sus grupúsculos con rentas en paraísos fiscales, y con un codo enyesado para contribuir en épocas de un país en la pobreza y a la deriva precisamente. Pero con carreteras.

El Gobierno obra con palo de ciego con nombramientos en círculo y no “atina una”, al punto que un prestigioso articulista expresó, ¿pendejo o pícaro? Patético!

En pocas horas la Asamblea, con su nunca desmentida “virtud” de defender los intereses populares nos entregará mamotretos legales que no dejarán de advertir su eterna y voraz carrera al solio presidencial. Sólo aquello interesa, y en ello marchan hasta con aparentes adversarios.

Mientras tanto el pueblo ecuatoriano, que somos todos nosotros, hoy a pie y mañana en muletas, recibe palos de ciego por todo lado en su cabeza, y atrapado en un cuarto oscuro. Sin derecho al pataleo…