Semáforos

Hablamos con frecuencia de los ‘semáforos’, nos hemos preocupado por el color asignado a las diferentes ciudades de nuestro país, angustiados frente a la posibilidad de contagio del temido Covid-19 por un lado, y por otro frente al desmoronamiento de la economía.

La única medida que ha dado resultados es el aislamiento, pero este no puede ser indefinido.

La gente necesita salir e incorporarse a sus actividades productivas, so pena de ser parte del colapso anunciado, el del aparato que genera recursos para que la economía siga subsistiendo.

La preocupación por el color de los semáforos asignados afecta la vida, pero más allá de eso, debe primar la consciencia ciudadana sobre lo que debemos y podemos hacer.

Por supuesto que es real la necesidad de salir a trabajar para ganar el sustento diario, pero también debemos reconocer la irresponsabilidad de muchos que salen en búsqueda de diversión, a beber en las calles, a organizar fiestas y partidos de fútbol, sin precauciones, es decir sin usar mascarilla ni aplicar el distanciamiento.

Si el semáforo marca la medida impuesta por las autoridades, la prudencia es la que debe guiar las actitudes y acciones individuales.

Sabemos que muchos seremos contagiados, tal vez la mayor parte de la población, pero la saturación de los hospitales y centros de salud puede poner más vidas en peligro si el contagio se desborda.

Entonces, si el semáforo salva la vida de los peatones y conductores en el tránsito de las ciudades, este otro semáforo y la observancia de las reglas, salvará también muchas vidas. Está en nuestras manos el respetarlo.

Tal vez los confinamientos y semáforos deban aplicarse en forma más específica a determinados barrios y sectores, que se establezca son los más afectados por la pandemia. Lo que se ha denominado confinamiento inteligente y selectivo.