Manchas del tigre

En la Cumbre de las Américas, que se realizó en Miami, en 1994, el presidente venezolano Rafael Caldera tuvo la magnífica iniciativa de proponer el establecimiento de una Convención Interamericana contra la Corrupción, en vista de que no había acuerdo global en ese sentido, para combatir de manera homogénea a este flagelo que degrada a las personas y empobrece a los pueblos.

En 1996, en Caracas, los representantes hemisféricos aprobaron esta Convención ratificada en 1997, en la capital del Perú, dentro de la agenda de la Vigésima Séptima Asamblea General de la OEA.

Ya que he hecho remembranza a la noble tierra venezolana, desgobernada, desde hace algunos años, por una camarilla de incapaces y corruptos, de tendencia totalitaria, recuerdo con el relieve que se merece al notable escritor y periodista Arturo Uslar Pietri, quien manifestó: “Habría que pensar en ciertos fenómenos de la naturaleza, como en el caso de las terribles termitas, insectos roedores que devoran por dentro las estructuras de madera sin que pueda casi advertirse por fuera su presencia, hasta que llega el momento en que la estructura material es puramente aparencial y por dentro se ha convertido en pasto del insecto depredador”.

Esas termitas han estado por demás activas en Ecuador. Los escándalos de corrupción que van descubriéndose llegan a niveles increíbles. Uno más ha saltado: los carnés de discapacidad fraudulentamente concedidos para que gente inescrupulosa puede gozar de beneficios que no les corresponde; valiéndose de este recurso, han importado vehículos de alta gama cuyo precio sobrepasa los cien mil dólares cada uno. Frente a esta clase de picardías enraizadas en nuestro medio, la gente dice: “no hay de qué extrañarse, es una mancha más al tigre”.