Cinco incógnitas que aún quedan sobre el Covid-19

PELIGRO. Un seguidor de Attila Hildmann, un autor de recetas veganas y teorías de conspiración, encara a un policía en una manifestación en contra de las restricciones sanitarias en Berlín, Alemania. EFE
PELIGRO. Un seguidor de Attila Hildmann, un autor de recetas veganas y teorías de conspiración, encara a un policía en una manifestación en contra de las restricciones sanitarias en Berlín, Alemania. EFE

En China, epicentro del contagio que en pocos meses se esparciría por todo el planeta, se habrían detectado los primeros casos en agosto de 2019, pero la alerta mundial se dio en febrero.

Desde entonces, varias universidades del mundo, así como centros de investigación estudian el virus y sus consecuencias, y participan en una billonaria carrera por desarrollar una cura o vacuna.

A pesar de todo esto, aún hay mucho que no se conoce.

1. ¿Se transmite por el aire?

Si. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció recién esta semana, en un documento oficial, que la transmisión del virus sí su sucede por vía aérea. En un documento publicado, la organización incluye a lo que llama ‘aerosoles’ en los factores de contagio. Estas son partículas minúsculas que pueden quedar suspendidas en el aire por varios minutos, y que contienen una carga vírica suficiente como para ingresar en otro organismo y contagiarlo de Covid-19.

Así, la OMS acepta que se han detectado brotes en “algunos entornos cerrados, como restaurantes, clubes nocturnos, lugares de culto o lugares de trabajo donde la gente puede estar gritando, hablando o cantando”. “En estos brotes”, señala, “no se puede descartar la transmisión de aerosoles, particularmente en estos lugares interiores donde hay espacios abarrotados y con ventilación inadecuada donde las personas infectadas pasan largos períodos de tiempo con otros”.

Anteriormente, las autoridades aceptaban contagio por aerosoles únicamente al momento de intubar o extubar a un paciente, por medio del aparato mecánico que se introducía al cuerpo contagiado y se exponía al aire que respiraban los médicos a su alrededor. Sin embargo, tras estudiar brotes específicos dados en karaokes, gimnasios durante clases grupales, un recital de coros, un viaje en bus por varias horas con poca ventilación y pasajeros sin mascarilla, identifica el riesgo en locales cerrados, con mala o nula ventilación y mucha gente hablando (cuánto más alto, peor).

La recomendación: evitar reuniones en lugares cerrados cuando no se garantiza el distanciamiento social. En lugares con aires acondicionados, los fabricantes deben garantizar suficiente intercambio con el aire exterior y evitar la recirculación del aire interno.

Pese a la alerta, la OMS también acepta que se requiere más información para determinar la carga vírica que se requiere para garantizar estos contagios.

2. ¿ Qué tan contagiosos son los asintomáticos?

En un principio se creía que sólo los pacientes con síntomas podían contagiar a otros. Sin embargo, se han identificado dos tipos de pacientes: aquellos que nunca desarrollaron síntomas y aquellos que, portando el virus, muestran síntomas dos o tres días después.

Mientras se desconoce la etapa y nivel de contagio de los primeros, se cree que los segundos sí son infecciosos en los 2 o 3 días previos al desarrollo de los síntomas, asegura la OMS en su último documento oficial.

3. ¿Qué inmunidad genera y por cuánto tiempo?

“Seguramente no de por vida”, aseguró Paul Hunter, profesor de medicina en la Universidad de Anglia del Este, a la BBC. Al respecto de la inmunidad, se conoce muy poco. La comunidad científica asegura que, luego de adquirir el virus y superar las etapas crítica e infecciosa, la persona desarrolla anticuerpos que la protegerían de un nuevo contagio y que estos se empiezan a formar a partir de los 10 días de la etapa crítica, en promedio. Sin embargo, se desconoce por cuánto tiempo. Aquellos que muestran los síntomas más fuertes suelen desarrollar mayor inmunidad.

La investigación de enfermedades generadas por los seis coronavirus que se conocen, que incluyen los más recientes, MARS y SARS, señala que la inmunidad duraría entre uno y tres años, han dicho científicos europeos. Diario El País, de España, cita a una encuesta de seroprevalencia realizada en España tras los brotes de Covid-19 y establece que “un 14% de las personas a las que se le había detectado esta respuesta inmune ya no la tenían dos meses más tarde”.

¿Quiere esto decir que ya no tienen protección? No tiene por qué. El sistema inmunitario puede generar una memoria que le haga producir esos anticuerpos cuando sean necesarios, señala Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología a ese diario. Se ha visto que el sistema inmunitario puede desarrollar defensas incluso en personas que nunca adquirieron la enfermedad.

Existen casos en los que una persona dio negativo en una prueba PCR pero sí ha estado en contacto con el virus, para lo que se usan pruebas serológicas que detectan anticuerpos. Con ellas, en España, el Ministerio de Sanidad concluyó que hasta un 5% de la población había “estado en contacto con Covid-19”, pero la última encuesta vio que algunos de ellos ya no mostraban anticuerpos, por lo que el porcentaje de gente expuesta al virus sería mucho mayor.

La comunidad científica no ha reportado casos de reinfección comprobada todavía, aquellos sospechosos de reinfección demostraron más bien una etapa en la que el virus permaneció en el cuerpo, pero de manera ‘inactiva’.

En resumen: no se sabe si todos los que pasan la enfermedad generan anticuerpos, cuánto duran, cuánto les protegen, si están protegidos sin ellos y si personas que nunca la pasaron pueden tener también inmunidad. El virus no se ha estudiado por suficiente tiempo para saberlo, pero se cree que aquellos que se enferman por segunda vez, desarrollan síntomas más leves.

No todos los anticuerpos son iguales: la BBC cita un estudio en China en el que el 30% de pacientes ya recuperados mostró anticuerpos ‘neutralizantes’, que son aquellos que “se pegan” a las partículas de Covid-19 dentro del cuerpo y evitan que contagien a otras células. Incluso, la investigación no descarta que una persona que ya tenga anticuerpos no pueda aún albergar al virus y contagiar a otros, aunque ella no se enferme de nuevo.

Además de esta inmunidad neutralizante, el cuerpo puede desarrollar una inmunidad protectora que permitiría alivianar o eliminar los síntomas de la enfermedad y que duraría más tiempo.

4. ¿Qué consecuencias deja?

La enfermedad lleva en estudio poco menos de un año, con lo cual es imposible determinar sus secuelas a largo plazo. Muchos pacientes, tras su paso por la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) desarrollaron fibrosis pulmonares (un endurecimiento en los pulmones), que puede generar trombos sanguíneos, y dificultad respiratoria, neurológica y cardíaca; otros muestran secuelas en el hígado y riñones.

La edad del paciente, así como enfermedades previas y violencia de los síntomas parecen influir en las secuelas, y el síntoma más común que prevalece con el tiempo, es la fatiga.

También hay varios pacientes que meses después siguen dando positivo en pruebas PCR y manifiestan fatiga y febrícula; y aún se desconoce por qué y cuándo sucede.

5. ¿Y, la vacuna?

Más investigación es necesaria para determinar por cuánto tiempo el cuerpo humano mantiene la inmunidad y qué nivel de protección provee.

Esto determinará si una vacuna será suficiente para proteger de por vida, o si se requerirá una dosis anual como sucede con la gripe y la influenza.

Al momento existen al rededor de 200 centros que compiten en la carrera por la vacuna, con unos 20 en etapa de estudios clínicos. Los primeros ensayos de eficacia a gran escala iniciarán en los meses que vienen, los cuales compararán cómo reaccionan personas que reciben la vacuna experimental y aquellas que reciben un placebo.

Muchos estudios prueban actualmente la vacuna en los monos macacos, y algunas muestran eficacia en prevenir el colapso respiratorio y neumonías, pero no la afectación inflamatoria en otros órganos que entra por la nariz (como demuestra la vacuna más prometedora, desarrollada en Oxford, Inglaterra).

La cantidad de dinero y esfuerzos podrían desarrollar una vacuna en tiempo récord. La podríamos tener en “12 o 18 meses” en la clínica, indicó Dave O’Connor, virólogo en la Universidad de Wisconsin-Madison, en EE.UU., a la revista Nature.

Otra gran incógnita será qué tan segura es la vacuna, y para eso el tiempo será determinante. Además, existe preocupación de que por la capacidad limitada de producción, la vacuna llegará primero y en mayor volumen a aquellos países que han invertido en su desarrollo, y que tienen más recursos para adquirir las primeras tandas de producción.