Piedra Angular

Son numerosas las noticias sobre casos de corrupción que han aflorado en los últimos años, en los que están involucrados políticos de diversos partidos. Los estudios y la experiencia demuestran que, cuando una sociedad alcanza elevados niveles de corrupción, fraude y clientelismo, se expande una sombra de cinismo y desprecio por la legalidad que hace imposible el desarrollo y el buen funcionamiento de las instituciones.

La creencia en la deshonestidad de los demás incentiva el egoísmo y la desconfianza propios, justificando la comisión de actos fraudulentos e ilícitos en el conjunto de la comunidad. Roto el tejido social, recomponerlo se convierte en una labor tan difícil como construir un barco en plena mar. Era de temer que la degradación moral que parecía darse en sectores de las élites políticas y económicas arrastrara a importantes capas de funcionarios, empresarios y trabajadores.

El modelo del asociacionismo vinculado al presupuesto público carcome las conciencias, todo gira en torno a los gobiernos de turno. La organización social se diluye en esta práctica, las convicciones se van al piso, y solo les queda el silencio cómplice. En este camino muchos buscan ser parte de los beneficiarios y favorecerse indebidamente del ejercicio activo del poder político, justificándose a partir de la impunidad que nos rodea.

Para terminar con estas prácticas, resulta impostergable construir instituciones que realmente controlen, prevengan y corrijan la corrupción, siendo necesario un trabajo conjunto con organismos internacionales encargados de la vigilancia de las Instituciones públicas. Pero la piedra angular radica en la participación de todos los individuos de la sociedad, promoviendo entre nosotros e inculcando en nuestros hijos valores éticos y morales desde las primeras etapas de su desarrollo.

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