Delincuencia solidaria

¿Por qué una petición formulada de una manera es rechazada por ciertas personas, mientras que la misma petición expresada de un modo ligeramente diferente tiene éxito con otras?

Todos podemos ser blanco fácil de vendedores y recaudadores, pero estamos en capacidad de rechazar una propuesta cuando no nos interesa. Los psicólogos identificamos como ‘patrones de acción estereotipada’ o modo de influencia a aquello que pueda hacernos actuar instintivamente, evadiendo los procesos habituales en la toma de decisiones racional. Pero estos patrones son susceptibles de persuasión en un proceso que es inherente a la naturaleza humana.

La reciprocidad existe en todas las culturas. Implica corresponder a algo que se recibe, un regalo, una invitación; hacer un favor a alguien o recibirlo no tiene nada de malo, pero eso no implica una obligación entre las partes. Cuando el recibir adquiere la forma de soborno, coima, peculado, tráfico de influencias o favores ilícitos, dilapidando el dinero del Estado para utilizarlo en provecho propio y/o de sus socios, se llama corrupción.

Cuando el mundo atraviesa una de las peores crisis de salud que recuerde la humanidad, y cuando las posibilidades de contagio de una enfermedad desconocida se encuentran presentes y se requiere de medicinas, insumos, alimentos, fundas o ataúdes para la población, surgen denuncias de “presuntos” robos y sobreprecios en todos los niveles de la administración pública; se eluden procesos de compras o adquisición de bienes en el sector público, se cometen todo tipo de delitos para enriquecer a familiares y audaces delincuentes.

Los ‘vendedores’ saben que, si consiguen individuos sin escrúpulos que buscan robar mucho y rápido, es cuestión de llenar una hoja de pedidos o un acuerdo entre las partes para reducir las oportunidades de los servidores públicos de cambiar de idea. La vulnerabilidad de la conducta de quienes viven de la política delincuencial lleva a tomar decisiones irreflexivas antes que razonadas. El poder de delinquir engrandece el ‘ego’ de corruptos y malandrines.