Otros mundos posibles

Pablo Vivanco Ordóñez

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La gestión planetaria de las diferencias ha estado dominada por la división planteada entre sociedades ‘desarrolladas’ de los países de ‘primer mundo’, y del otro lado, la cara pobre de una moneda hechiza representada por los ‘subdesarrollados’ del ‘tercer mundo’ conformado por países de la periferia del sistema: Latinoamérica, África, Asia.

Esa determinación dicotómica aspiraba a que la civilización siga un mismo cauce de desarrollo económico, político y cultural, adoptando como premisa única la aspiración de que los del ‘tercer mundo’ necesitamos imitar lo que ellos hacían, adoptar sus valores, sus formas de vida, y progresivamente dejar de ser pobres, atrasados, excluidos; por ello, inclusive hoy –aunque es equivocado- nos llaman países en ‘vías de desarrollo’.

Como toda manifestación que aspira a ser universal, ésta no se salva de galimatías. Usan un lenguaje que visto superficialmente es enteramente válido y necesario; pero es preciso advertir que la invención de esas nociones específicas de ‘desarrollo’, estaban impulsadas por una voluntad de consolidar la forma más pérfida de vida humana: el capitalismo salvaje. Hoy, aunque parece verdad de perogrullo, el ser humano no está por encima del capital, y los principios de producción siguen relievando la necesidad de una reproducción infinita de valores monetarios y financieros por encima de la integridad de la vida en todas sus manifestaciones. A tales extremos hemos llegado, que en nuestro país se exige hasta estos días “la vida antes que la deuda”.

La hegemonía del discurso del desarrollo provocó que se invisibilicen ‘otras’ formas de vida, ‘otros’ futuros posibles por fuera de la abundancia de papeles verdes y consumos irrazonables. Ese otro somos nosotros, y ese ‘nosotros’ es al que debemos aspirar, para que el futuro no siga siendo catastrófico para el pueblo y el ambiente.

En medio del caos que nos devuelva a las cifras de muerte como en guerra, es necesario repensar los paradigmas que nos han conducido a la orilla de un abismo sin retorno. (O)