El 22 de abril de 1970, las Naciones Unidas designa oficialmente el día de la Tierra, gracias a la intensa manifestación de activistas que convocaron a más de 20 millones de personas en EEUU. El objetivo fue lograr una agenda ambiental. Lo interesante es que fue justamente un día como hoy miércoles, hace 50 años que sucedió este importante acontecimiento, escogieron el día miércoles por considerarlo ideal para lograr asistencia masiva y no se equivocaron. Luego de 5 décadas coincide el día, pero las circunstancias han cambiado, los humanos estamos encerrados en nuestros hogares, y desde ahí observamos que el tiempo de aislamiento social de las personas ha tenido un efecto sanador en el ecosistema.
Lo que nos lleva a asumir que la crisis que presenciamos y que se ha manifestado en el campo de la salud, está asociada al deterioro que hemos causado a los recursos naturales. Qué distinto sería para millones de ciudadanos hacer frente a esta pandemia sabiendo que tienen agua limpia para tomar, que cuentan con alimentos naturales para garantizar una dieta equilibrada en vitaminas y minerales, que pueden abrir las ventanas de sus casas y respirar aire puro.
El paso del COVID-19 nos deja profundas reflexiones en varios ámbitos, entre ellos entender que sin agua y sin un ambiente saludable no hay vida. Si queremos conseguir un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza. Este es un buen momento para comprometernos a conocer más sobre nuestro ambiente y qué se puede hacer para protegerlo. Cuidemos nuestros ríos y las áreas silvestres no dañando sus hábitats. “Cambiamos de conducta o cambiamos de planeta”.