Dr. Jorge Isaac

Cuando se extingue la vida de un hombre íntegro, de un hombre bueno, de un hombre inteligente, con respetuoso pesar hay que inclinar la frente, abrazarse ante su memoria y hacer reverencia a su positiva existencia.

Inclino la frente ante la tumba del doctor Jorge Isaac Sánchez, ante su transparente mirada de bondad, hoy apagada para siempre.

Su deambular por la vida fue la de un inclaudicable soñador, enhiesto incluso ante las adversidades; la de un apasionado médico que sirvió con voluntad y generosidad al prójimo aún a costa de su propio sacrificio, presto siempre a acudir con su asistencia profesional al necesitado; su vida fue también la de dilatadas lecturas y hondas tertulias; que edificantes eran sus charlas y disquisiciones. En fin hombre inmensamente culto.

Su formación, sus convicciones le llevaron a estar junto al desposeído, junto a sus sueños y a sus esperanzas. Fue perseguido por sus ideas, por pensar diferente; acosado por la infamante dictadura militar de los años sesenta, aquella que persiguió a la inteligencia, a la cultura, prefirió lo más duro para un hombre: el exilio, el desarraigo de los suyos antes que la humillación, la ignominia o quizá la temprana muerte en una barraca. Pero, no fue un huésped gratuito en su asilo, lo sufragó con su trabajo de médico y con la pasión por el servicio, no vivió de dádivas ofrecidas por los países que le brindaron seguridad y cobijo, su acerada dignidad no lo consintió.

Hombre de izquierda, profundo en sus convicciones; su inteligencia y erudición le alejaron del recurso ciego del dogmatismo; siempre estuvo presto a exponer y debatir sus ideas, sin acudir al recurso de la ofensa, respetuoso y tolerante del pensamiento ajeno.

Fue el médico de los ambateños, el que acudía a los hogares, el ser que cuando de niños enfermábamos, insistíamos su ayuda “para que nos sane”; así de simple y honda era la confianza que irradiaba el doctor Sánchez; su cálida figura estará presente de por vida entre los ambateños.

Jorge se ha abrazado con la tierra de Ambato en el jardín de los ilustres de la ciudad. Con su muerte se va extinguiendo una generación caracterizada por una incorruptible tesitura ética.