Virus VII

Hemos visto en los medios de comunicación fotografías y videos de como las ciudades, ante la ausencia del ser humano que se encuentra en confinamiento, son visitadas por animales silvestres, desde lobos marinos, pavos reales, jabalíes, ovejas, hasta venados y tigres. Vemos desde la ciudad india de Jalandhar –a 230 km de distancia- bajo un cielo azul intenso y al fondo la montaña Dhauladhar –parte de la cadena montañosa de los Himalayas- fenómeno que no ocurría desde la década del 40. El canal de las góndolas venecianas que antes navegaban por aguas contaminadas, hoy se encuentra con aguas cristalinas, igual nuestro querido río Ambato. Con un poco de respiro que le da la ambición y el maltrato del ser humano, la naturaleza se abre paso rauda y veloz.

Ante tanta muerte y dolor producido por un virus, la belleza siempre produce una cierta cosa rara, que nos ha devuelto la capacidad de asombro que la habíamos perdido por enfrascarnos en una carrera sin sentido hacia nuestra propia destrucción. El ser humano debe respetar a la naturaleza y cuidar más la salud de sus habitantes; una reducción en la producción de artículos, artefactos y demás bienes y servicios no prioritarios que se sostiene con el consumismo.

En las grandes crisis que afectan a la humanidad, sean estas pandemias, desastres naturales, crímenes violentos, decadencia moral, pérdida del trabajo- Cuando el temor, la apatía, la estupidez, el egoísmo, o la ignorancia amenazan con disolver a un pueblo o una raza; la virtud excelente entre todas es la integridad del carácter, la solidaridad, el apoyo mutuo, el estar bien informado, el no ser caja de resonancia de noticias falsas, tendenciosas, desestabilizadoras. Esto nos permitirá vivir, luchar o morir, pero haciendo lo correcto para el común engrandecimiento –y sobrevivencia- de la raza humana.