O se cambia, o Ecuador es Estado fallido

En el colmo de la estupidez aparecen desatinos como el del expresidente Correa, tras conocer su sentencia de 8 años de cárcel y 25 de inhabilitación política, refiriéndose al Gobierno encabezado por Lenín Moreno: «que esta gente dé un paso al costado y permita la sucesión constitucional, que vaya alguien con liderazgo, si es un tipo de derecha como Jaime Nebot yo lo apoyaría”.

Felizmente, el exalcalde de Guayaquil rechazó la propuesta de Correa, señalando: “Nunca he llegado, ni llegaré jamás, al ejercicio de la función pública por la ventana, sino por el voto popular obtenido democrática, constitucional y legalmente». Pocas semanas antes, en efervescencia de las noticias falsas del troll center de Correa, él sugería que el exvicepresidente Glas salga de la cárcel de Latacunga y se “haga cargo de la emergencia”. ¿El país se olvidó de la gestión de éste en el terremoto?

Hace 110 años, el arzobispo de Quito, monseñor Federico González Suárez dijo esta frase: «si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca, que desaparezca, pero no enredado en los hilos de la diplomacia, sino en los campos del honor, al aire libre y con el arma al brazo», refiriéndose a una inminente guerra con el Perú.

¿Realmente el Ecuador calificará, cuando acabe la pandemia, como Estado fallido? Los datos alarman: no hay reserva monetaria ni dinero en la caja fiscal, se arriesga un default con organismos financieros, nadie le prestará dinero al país y, encima, se rompió el oleoducto, vital en las exportaciones petroleras.

Será difícil que el Estado asuma compromisos y obligaciones externas, porque también hay demandas internas ineludibles. La declaratoria de estado de excepción y el toque de queda son medidas temporales que terminarán, pero quedan las deudas y la necesidad imperiosa de meter la mano en el bolsillo. Usualmente los gobiernos echan mano de los impuestos y ahora no ha sido la excepción.

Pero, junto con las medidas económicas para enfrentar la crisis, aparecerán denuncias sobre negociados de tiempos de emergencia. Y, como siempre, los políticos se harán de la vista gorda, anunciando investigaciones “hasta las últimas consecuencias”, que nunca llegarán a hacerse.

En momentos en que se necesita unidad para enfrentar lo que viene, el Ecuador hace la del avestruz (esconde la cabeza). Se aproximan las elecciones y los nuevos “mesías” ofrecerán hasta lo que no tienen, pero que pueden obtener de las escuálidas arcas fiscales. Imperativo reconocerlo: o se cambia o el Ecuador será un estado fallido.

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