No, no estoy de acuerdo

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo que mi país haya sido gobernado por largos 10 años, por un delincuente. Así lo han calificado los jueces de la Corte Nacional de Justicia, encargados de conocer y juzgar al anterior presidente, al anterior vicepresidente, a un exasesor jurídico de la presidencia, a dos exministros, a dos exfuncionarias: una de ellas como asesora y luego miembro de la Corte Constitucional, y la otra como asistente de la asesora y a 10 empresarios que, se ha demostrado, pagaron coimas a cambio de contratos con el Estado, durante esta presidencia.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que los ecuatorianos nos hayamos equivocado tanto al momento de emitir nuestro voto por un personaje de esta categoría moral.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que esta gavilla haya institucionalizado la coima, el sobreprecio, en suma, la corrupción como norma de comportamiento político y que para ello hayan modificado y torcido las leyes para garantizar su impunidad.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que la mentira oficial, proclamada a gritos y violencia durante esa época, hayan torcido las mentes y las emociones de tantos ecuatorianos que siguen fanatizados por este encantador de ovejas, proclamando su inocencia y esperando el retorno del mesías del infierno.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que la mentira se haya convertido en arma, quizá la única, que usaron esos políticos para alcanzar el Poder; y, lastimosamente, esa actitud se haya propagado como el maldito coronavirus que nos agobia.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que haya tenido que ser la justicia la que condene a estos infectados de inmoralidad, a recibir un curso de ética pública, cuando eso debía ser obligación de cada hogar, de cada unidad educativa, de cada universidad, de cada rincón de la patria.

No, no estoy de acuerdo, no puedo estar de acuerdo en que miles de ecuatorianos sigan creyendo las insanas palabras de un estafador y mitómano que un día dijo ser de izquierda, mientras sus obras demuestran que no tenía ideología ni consciencia.

Por herencia genética y educativa siempre pensé y quise que en mi país imperara la justicia, la honradez, la honestidad. En mi infancia conocí muchos líderes políticos que así actuaron: pudieron equivocarse, pudieron cometer errores, pero jamás sus labios expresaron mentiras, jamás sus manos se mancharon con dineros mal habidos. Claro que hubo otros que sí lo hicieron, pero la ciudadanía siempre los señaló con el dedo acusador y los abominó.

Hoy somos testigos de que los de mentes lúcidas, manos limpias y corazones ardientes, nos mintieron. Su discurso fue cortina para esconder sus ambiciones y sus traumas. Sus bolsillos dicen ahora de su verdadera vocación.

Ojalá esta sentencia sea ejemplarizadora y los ecuatorianos retornemos a confiar en la razón y recobremos la decencia.