Extraño

SANTIAGO OCHOA-MORENO

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Extraño despertar, con sonidos de vehículos o gente preparándose para su jornada. Extraño llegar al trabajo, saludar con el guardia y dejar mi vehículo en el lugar de siempre, para luego, igual no encontrarlo. Extraño llegar al edificio, saludar con la señora de la limpieza en la entrada, encontrarme en las escaleras con los colegas de Derecho, siempre apurados y formales, los de Comunicación algo casuales, o los de Psicología, que bueno, con su saludo tal vez psicoanalizándome estarán.

Extraño llegar a la oficina, y el detector dactilar no reconozca mi huella, intentarlo varias veces, para al final descubrir que la puerta siempre estuvo abierta. Extraño llegar a mi cubículo, y que una de mis colegas que ha acabó de llegar, me diga: “Buenas noches” aunque aún no sean las 08:00. Extraño sentarme en mi sillón, al cual tengo que bajarlo, para entrar en el escritorio, buscar los oficios que no alcancé a firmar el día anterior, y descubrir que no encuentro nada, porque quien hizo la limpieza me ordenó y limpió todo muy bien. Extraño en la mañana, apresurado bajar por las escaleras a la cafetería del primer piso, pedir un café, ver el estante de los emparedados ya vacío, y escuchar a la encargada, decir: “tranquilo le guardé uno.” Extraño salir tarde, desordenarle el escritorio a mi compañera, y al día siguiente, echarle la culpa a alguien más. También extraño cruzarme en los pasillos con mi novia, y robarle un beso al andar. Extraño lo cotidiano y lo simple, esos días lluviosos, donde evito mojarme hasta a mi vehículo avanzar a llegar. Pero cuando termine esta pandemia, caminaré bajo la lluvia sin cubrirme, apretaré las manos con fuerza en cada saludo, sentiré los abrazos y en ellos los latidos del corazón de cada persona, los besos, serán eternos, y cada nuevo día, sería el mejor. (O)