Los abuelitos en pie de lucha…

José Benigno Carrión M.

Los ejércitos enemigos avanzan encapuchados en sus camisas pardas, oscuras de odio, en sus afanes cobardes de querer terminar con la vida, con la esperanza, comprometiendo el futuro de la humanidad. Empero, el virus sin corona, el asesino tenebroso, no contó con una actitud ejemplar en que el temor o miedo no tenían asidero en las filas de los abuelitos… Por eso, su sorpresa fue grande, cuando se dieron cuenta que los viejecitos estaban firmes e inquebrantables, enarbolando sus banderas, levantando su diestra, entonando su himno de vida y esperanza, desafiando al asesino que pretendía acabar con la sociedad.

Los abuelitos, una vez más, no habían renunciado al combate, estaban en sus trincheras, irreductibles, sin dar su brazo a torcer, para defender a sus hijos, a sus nietecitos, que desde la otra orilla les alentaban, les insuflaban fuerza, seguros de que ellos no tenían temor a los fantasmas, a los aparecidos, peor a los malvados que se escondían en las sombras de la noche para golpear por sorpresa a la población. Ellos recibirán su merecido y pagarán muy caro sus crímenes y maldades. Y los abuelitos otra vez izarán sus banderas y crisparán sus puños, que ayer fueron de acero, seguros que vencerán, que les castigarán con dureza por sus héroes caídos en desigual batalla. Y cosa extraña – a corto plazo- se escuchará el himno vibrante de paz y comprensión entre los hombres, anunciando que habrá despertado para la comunidad, un nuevo amanecer, una nueva esperanza, donde no existirán las ambiciones ni odiosidades de ayer, y el mundo seguirá su marcha ascendente inspirado por el amor inextinguible de un Ser Supremo. La grímpola roja de los abuelitos seguirá flameando orgullosa, como siempre, en la cima más alta… (O)

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