ASESINOS NO CULPOSOS

Cuando han transcurrido apenas unos pocos días de la cuarentena decretada por la presencia del Coronavirus en nuestro territorio, y ya las redes sociales están infectadas de la imbecilidad humana.

De pronto, miles de ecuatorianos dictan clase de biología e intentan explicar el aparecimiento del virus con las más disparatadas teorías. Unas nos llevan por los caminos de la política y buscan culpables y cómplices. Otras, derivadas de la anterior se introducen por los vericuetos de las teorías conspirativas y orondos reclaman el derecho de haber sido los primeros en denunciar a las grandes potencias y laboratorios de crear la cepa de este virus, mediante mutaciones genéticas, a fin de disminuir, cuando no de desaparecer, la presencia de ancianos en el planeta, por aquello de que son una carga para la economía mundial.

Otros, fanáticos impenitentes, lanzan loas y vítores a líderes de ciertos países que, coinciden con sus propias calenturas, asegurando que en esas tierras ya tienen la cura contra esta pandemia y que, generosamente, esos países están regalando las maravillosas vacunas. Por supuesto que, lectores despistados se lo creen, sin pensar que se requiere meses de arduo trabajo en laboratorios para asegurar aquello.

Esta pandemia no es territorio de luchas políticas. Es escenario de sobrevivencia de la especie. El tratamiento no está sujeto a clases sociales ni económicas, nada tiene que ver con ideologías de género, de raza, de religiones, de preferencias sexuales, peor de repugnantes posturas ideológicas.

La cuarentena busca disminuir la curva de contagio de la enfermedad y por ello es una medida de solidaridad, de responsabilidad familiar y social. Un gran porcentaje de infectados logrará sobrevivir, gracias a los cuidados brindados por ese maravilloso ejército de médicos, enfermeras, tecnólogos, barchilonas, choferes de ambulancias, bomberos, policías, soldados que exponen sus vidas por cuidar la de los demás.

Si se logra vencer esa curva de contagio, los centros hospitalarios podrán con la pandemia, pero si salimos de casa, los contagios serán tantos que inundarán los hospitales y las camas, máquinas respiratorias, cuidados médicos y remedios no alcanzarán a cubrir la demanda y el número de compatriotas que no sobrevivirán será muy alto, desesperadamente altos.

Si no obedecemos el pedido de quedarnos en casa, no será culpa del gobierno, de cualquier gobierno, sino nuestra. Nos habremos convertido en asesinos no culposos de nuestros compatriotas.