Una pandemia con incognitas

El nuevo coronavirus que saltó de algún animal al humano en la ciudad de Wuhan a finales de 2019 ha logrado, en apenas dos meses y medio, acaparar toda la atención mediática, científica y de la comunidad internacional. La OPS, en consideración al temible avance, declaró primero, emergencia internacional y luego pandemia, cuyas secuelas nos obliga a asumir razonadas acciones conducentes a detener el avance del patógeno. La epidemia está evolucionando de manera muy rápida y con ello, el conocimiento que tenemos sobre este nuevo virus; de no saber nada de él a principios del 2020, la comunidad científica ya ha logrado aislarlo, secuenciarlo, identificarlo y desarrollar pruebas para diagnosticarlo. Sin embargo, como sucede con toda nueva epidemia, sigue habiendo muchas incógnitas que se irán resolviendo a medida que ésta evolucione y conforme los científicos logren entender más sobre el comportamiento del patógeno, existiendo más dudas que aciertos.

Al declararse pandemia, cada país y conforme su presentación, asume medidas de control. El gobierno del Ecuador con 111 afectados a la fecha, 55 absueltos y 2 fallecidos; y ante la amenaza de su avance diario que nos asusta, declaró con justa razón, la “Emergencia Sanitaria Nacional” que obliga a paralizar el país, por catorce días, en el afán de detener la epidemia y tornar accequible y controlable el brote, obligándonos a colaborar, permaneciendo en los hogares, evitando mantener contacto con nuestros congéneres y asumir medidas estrictas de higiene, sea individual y/o familiar, que nos sorprende, pues de lo que recuerdo, es la primera vez que nos ocurre un caso así, debiendo unirnos para salir abantes de esta terrible amenaza, donde está en juego nuestras vidas. La situación estimados lectores es sumamente seria: un virus impredecible en su comportamiento de expansión, obliga a una cadena de acciones humanas de elevada eficacia para detener su avance.

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