A sus pies

Andrés Pachano

Un ser vivo de una centésima de micra o quizá de menor tamaño (la micra equivale tan solo a la milésima parte de un milímetro), ha ubicado al mundo a sus pies y a sus habitantes nos ha puesto en los lindes mismos de la paranoia.

Ese ser es una nueva cepa de coronavirus que infecta el mundo a la misma velocidad que el miedo contagia al universo. Y lo va paralizando, lo va constriñendo. Va cerrando fronteras, países, zonas, ciudades. Va aislando a los seres humanos en la indefensión, en la incertidumbre.

¡No salga de su casa!, es la proclama que de a poco se generaliza en el mundo. Irónico. En la era del mundo en que todo se cuantifica por ‘megas’, por inmensidades, por velocidades, un ser al que solo se lo puede ver por la bondad tecnológica de un microscopio electrónico, está sumiendo a los millones de seres que pueblan el mundo, en el rescoldo de los hogares.

En una era en que la punta del desarrollo científico, se centra en la investigación y desarrollo de armamento inmenso y letal para atacar al congénere y arrasar con el mundo, la sociedad universal es tomada de sorpresa y la comunidad científica aún no encuentra, ni cura, ni vacuna, para acabar con el ultra minúsculo ser que conquista geografías y que en su camino mata. Irónico: nos llama a pensar que el humano está diseñado para conquistar, para matar, que su defensa es esa, pero que en las prioridades de esta sociedad post moderna, la protección de la vida humana está en segundo plano. ¿Será acaso una sórdida elección maltusiana? Doloroso.

Pero algo positivo se rescata de este actual “no salga”: son unas pequeñas vacaciones para la tierra; menos humo en el cielo, que algo menos del envenenante dióxido de carbono expedido de los vehículos sea el que se ancle en la atmósfera. Tendremos algo de menos ruido contaminante y para algunos el ensimismamiento en las lecturas podrá ser el reconfortante placebo. Y podrían ser también horas para utópicos sueños, por ejemplo, el bien que le haría a la tierra un día sin humos, un día sin pesca en los mares, un día sin sirenas, sin bombas, sin guerras.

Que este virus que nos tiene a sus pies, al menos nos haga pensar en que hacer por una tierra sana.