Fabián Cueva Jiménez
La decisión para recibir ayuda de EE.UU. con el aporte, esperamos sin condiciones, de hasta 1.000 profesores para capacitar a docentes ecuatorianos en la enseñanza de inglés, trae ilusión y expectativa. La declaración “servirá para fomentar la educación y prosperidad de Ecuador” es elocuente y nos aparta de contradictorios lirismos ideológicos de izquierda o derecha. Si preocupa, lo instrumental y los resultados.
Sin duda, creemos en: la predominancia de ese idioma en el mundo, la importancia y necesidad del aprendizaje de inglés en todos los niveles, la utilidad en países con más influencia en la globalización -más de 60 naciones tienen como oficial-, el aporte educativo para el desarrollo de habilidades personales, sociales e intelectuales de los alumnos, la importancia para el nivel superior, la presencia estratégica en América Latina y en el reconocimiento de organizaciones internacionales: Unión Europea, Naciones Unidas, Unesco.
En Ecuador, la parte teórica contenida en los enunciados del currículo y dentro de éste, en el perfil de egreso del estudiante están claros. En Educación Básica: los alumnos desarrollarán capacidades para comunicarse y resolver problemas de la vida cotidiana en nuestra lengua y otras, en el Bachillerato: los alumnos estarán en capacidad de enfrentar los riesgos de las iniciativas de emprendimiento en un mundo de necesario uso idiomático global.
Insisto, preocupa la aplicación, por las experiencias negativas anteriores: pésima calidad de maestros, desatención a los niños pequeños omitiendo su alta capacidad de aprendizaje, ausencia de herramientas pedagógicas: laboratorios, textos, en escuelas, colegios, institutos pedagógicos y universidades, improvisación de maestros, prácticas de corrupción en contra de profesores extranjeros, aún no resueltas por autoridades de control, inexistentes programas de inglés técnico, diferencias en la calidad entre instituciones fiscales y privadas. Fomenta prosperidad ¿aprender inglés?