Honestidad

Gabriel U. García T.

Con sorna, don Simón Espinosa, en un artículo reciente, felicitaba a los trece posibles candidatos presidenciales que empiezan a verse en el panorama electoral. La ironía estaba centrada entre el discurso y la realidad. Los ofrecimientos que vendrán y la inmensa deuda externa que pesa sobre los hombros de los ecuatorianos. La oferta demagógica y el sesenta por ciento de la población que no tiene empleo adecuado. El derroche de la propaganda electoral y el hambre que ronda en los hogares más humildes.

No se ven propuestas diferentes. Los actores ponen en escena el mismo guion. Hay una especie de pacto para que las cosas sigan igual. No se escucha nada sobre una reforma estructural al modelo de Estado.

Cuando Isidro Ayora se posesionó como Presidente Constitucional de la República, el 17 de abril de 1929, contaba a los diputados que, durante su primer periodo, había implantado un giro profundo al crear el Banco Central, pero, especialmente, al mantener un gobierno honorable que no adquirió nuevas deudas. Decía que, en su mandato, se esforzaría para que “por la educación y por el trabajo se opere el resurgimiento de toda la Nación”.

En esas palabras está, en resumen, lo que los ecuatorianos esperamos del próximo gobierno: honradez, evitar el endeudamiento innecesario, trabajo y educación.

Pero el énfasis está en la honorabilidad. Ecuador es un país autosuficiente en materia alimentaria. En términos de energía también es soberano. Además, posee inmensos recursos naturales y una biodiversidad impresionante. Con todo esto es inconcebible que la cuarta parte de la población tenga que sobrevivir con menos de tres dólares diarios.

Con honestidad, Isidro Ayora, consiguió que el Ecuador tuviera un presupuesto equilibrado, pagara sus deudas y empezara a tener ahorros. Las exportaciones y el empleo crecieron. (O)

@gulpiano1