El carnaval

Los ambateños, como ya se sabe, no festejamos el carnaval sino la Fiesta de la Fruta y de las Flores, que en la Los ambateños, como ya se sabe, no festejamos el carnaval sino la Fiesta de la Fruta y de las Florespor el uso indiscriminado de espumantes, por el abuso de personas que se dedicaron a hacer negocio con la venta de puestos a vista y aquiescencia de las autoridades, dulce porque se eligió a una reina que dejó a la mayoría contentos.

En Quito, el alcalde Jorge Yunda sí gozó con el carnaval. El carnaval perdió su antifaz, y el alcalde gozó y bailó con las garotas, a pesar que él eliminó la elección Reina de Quito, porque según dijo “no tiene sentido porque cosifica y segrega a la vez a la mujer”, porque «…a una mujer no se le puede discriminar porque no es rubia o porque no tiene los ojos verdes o porque no tiene las medidas adecuadas, 90-60-90, ya es hora de no verle a la mujer como un objeto». Más, sin embargo, al burgomaestre se le vio muy contento bailando con garotinhas que superaban los 1,80 de estatura, con figuras voluptuosas que sobresalían a simple vista. ¡Cuánta doble moral! ¡Cuánto doble discurso!, despotricaron en redes sociales contra el “loro Homero”.

Como digo, el carnaval ha perdido el antifaz. Pertenece a una época en que la hipocresía era un juego de prendas, y sus precedentes medievales lo explican bien. La orgía de la mentira y la ordalía de la verdad. El carnaval no es de Ambato, pero parece una cosa muy ambateña. Ya ni Yunda cree en la “cosificación” de la mujer, cree en el carnaval de las garotas. Yunda ya no tiene nariz para sujetar un antifaz.

Para los vendedores ambulantes todo el año es carnaval: no pagan impuestos, no pagan arriendo, no pagan limpieza y son los que más ensucian; no respetan a la autoridad, sin Dios ni Ley hicieron lo que les dio la gana en la Fiesta de la Fruta y de las Flores. O sea.