MAS LADRÓN SERÁS VOS…

En el Ecuador se ha tornado una práctica común el responder a una acusación con la descalificación de quién presenta la denuncia.

No me refiero únicamente a los casos que se ventilan en las cortes de justicia; me refiero a todos los casos en los que, por cualquier motivo, personal o político, se lanza una acusación de cualquier tipo, y la respuesta inmediata es la de desprestigiar a quien lo plantea. No hay afán de esclarecer y de demostrar lo errado, injusto y hasta malévola que puede ser dicha acusación y con ello recobrar la dignidad del agraviado y la consiguiente estigmatización como mentiroso o vengativo del que acusa.

Pero, claro, hay otros casos en los que la acusación tiene fundamento y por lo tanto, el acusado no tiene respuesta clara y diáfana; entonces acude a la vileza de endilgar otros defectos o culpas a quien le plantea la querella.

La semana pasada, el abogado del anterior gobierno, cuando debió presentar las pruebas de descargo contra las acusaciones que fueran presentadas por la Fiscalía general de la nación en su contra, en el caso de los sobornos, mejor conocido como “Arroz verde”, no tuvo mejor argumento que atacar a otra de las acusadas, señalando que ella era la que había recibido los sobornos.

¿Aclaró las acusaciones en su contra? No. ¿Probó su inocencia en el delito que se investiga? No. Nada se escuchó sobre el tema. Fue como asistir a una pelea de niños de escuela en la que se grita “más ladrón serás vos”, antes que una presentación veras y documentada. Y, conste, que se trata de un abogado que en los 10 años de gobierno del innombrable manipuló la justicia y “metió mano” en ella; es decir que la conoce y cuando no puede ejercer presión sobre ella, su actitud se transforma en la de un pelador callejero, sin razón ni decencia.

A más de la pobreza intelectual que este comportamiento entraña, también evidencia la trastocación de valores en que ha caído el Ecuador de hoy; la verdad ya no interesa; la responsabilidad de los actos es cosa olvidada; la honradez es práctica de desadaptados sociales y de ingenuos ciudadanos.

El dolor que causa mirar estas actitudes de parte de quienes debieron, en su momento, ser un ejemplo para los ciudadanos, nos lleva a pensar de que va siendo hora de que los ecuatorianos pensemos en el país que queremos: decente, transparente, honrado, digno; o el otro, el de los corruptos delincuentes que mienten y no vacilan en mostrar las garras, incluso contra sus compañeros de fechorías, cuando las pruebas los condenan.