Yo soy como soy y no me parezco a nadie

Carlos Enrique Correa Jaramillo

Cuando éramos niños, creo que todos anhelábamos parecernos a alguien en especial: al mejor jugador de fútbol, al payaso del circo, a Gregory Peck, a Sofía Loren, a Raphael, a Shakespeare, a Marie Curie, a Gandhi, al profesor de geografía, al caudillo del corro de amigos que teníamos, a Cantinflas, etc.

Pero al crecer anduvimos, de tumbo en tumbo, buscando tener luz propia. Queríamos hacer nuestras propias historias, escribir nuestras propias poesías, amar como nadie ha amado, componer las mejores canciones… y hasta hacer las más grandes trastadas para que siempre nos recuerden… Aunque, claro está, no queríamos que se nos burlen por hacer algo ridículo y fuera de serie. No estaba bien que nos vieran como excéntricos y faltos de discernimiento.

Ahora bien, los seres humanos, ¿somos iguales o diferentes?.

No se puede negar que existen las diferencias. Y no solo las diferencias biológicas: un hombre es diferente a una mujer; una niña es diferente a una mujer adulta; los hay quienes son altos y los que son bajos; los que son gordos y los que son flacos; los que tienen piel amarilla y los que la tienen negra; los que tienen ojos claros y los que los tienen oscuros; etc. Y esto es, precisamente, lo que nos diferencia a cada uno, aquello que nos da un sello particular que nos hace personas diferentes y no copias o calcos de otras. También existen diferencias psicológicas y de otros órdenes: hay quienes son valerosos y otros que son muy tímidos; unos responden a las bromas de una manera y otros de otra manera; unos a quienes no les afecta demasiado los reveses de la vida en tanto que hay quienes nunca se reponen de un acontecimiento fatal.

Sin embargo, hay ámbitos en que los seres humanos somos iguales. Por ejemplo: la dignidad humana es igual para todos, sin importar los actos que se realicen; el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural es igual para todos; la justicia frente a los hechos que se realizan es igual para todos.

Desgraciadamente, siempre se atenta contra los derechos, la dignidad y la justicia. La educación debe velar porque se respeten irrestrictamente. (O)

[email protected]