Taxistas

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

En cualquier parte del mundo, la actividad de los taxistas es esencial para el transporte y la movilidad, a tal punto que se convierten en verdaderos agentes de turismo, orientan a los viajeros nacionales y extranjeros, promueven las diferentes ofertas gastronómicas, artesanales, comerciales, industriales, folclóricas, edificaciones, que existen en cada una de las ciudades y sus alrededores: Es decir, son trabajadores que mantienen estrecha vinculación no solamente con los oriundos de cada jurisdicción sino con los ciudadanos que nos visitan, sea cual fuere el motivo para ello.

Esta sacrificada labor se agiganta si de alguna manera son los ojos de las localidades, la imagen pública del buen recibimiento e información para los que acuden a las urbes o cantones en búsqueda de servicios o también de recreación y descanso. De niño, adolescente y en mi juventud, conocí a muchos señores taxistas, en su gran mayoría propietarios de las unidades de transporte, miembros de distintas cooperativas asentadas en Latacunga; su educación, amabilidad, cordialidad, saludo, elegancia, los distinguía sin mayor dificultad y con amenas pláticas movilizaban a la población a los destinos requeridos. Eran personas con valores y principios, buena gente, que otorgaban excelente trato y cumplían las normas de tránsito, no tenían apuros, vivían con calma, lo que generaba ambientes de seguridad y confianza.

No sé cuándo se perdió esa vocación amable de los taxistas y su trabajo eficiente. Hoy no es excepcional ver y constatar a conductores patanes, agresivos, que infringen las normas de tránsito, no respetan al ser humano peor la presencia de semáforos, pasos cebras, manejan con imprudencia, desesperación, al colmo de mantener en vilo al pasajero. No saben nada de turismo, geografía ni historia, al parecer son ajenos a nuestra realidad, son groseros y grotescos, Claro está que no podemos generalizar, pero lo que se vive a diario da mucha tristeza y amerita un cambio de actitud urgente.