Inmersos en la sonoridad precolombina

La Casa del Alabado presenta una colección de piezas sonoras para escucharlas como nunca antes.

Además de los arqueólogos, historiadores e investigadores del mundo precolombino, son pocos quienes han tenido la oportunidad de conocer cómo sonaban los instrumentos y objetos que acompañaron el desarrollo de las sociedades primitivas.

Romper esta barrera entre el visitante y los vestigios que han sobrevivido al paso del tiempo fue el motor de la exposición ‘Sonidos y danzantes: una experiencia contemplativa y sensorial’, con la que el Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado, en Quito, celebra la primera década desde su fundación.

Jimena Muhlethaler, mediadora del museo y co-curadora de la muestra, explica que la línea de investigación del sonido surgió del interés del público.

“El patrimonio es silente, ves las piezas dentro de la vitrina pero lo sonoro es solo explicativo. Cuando mediábamos decíamos ‘esta pieza suena’, pero la gente no sabía cómo”, comenta. A partir de esa necesidad, se armaron recorridos sonoros que recibieron una amplia acogida, lo que motivó a ahondar en esta temática.

El museo conformó un equipo de profesionales en distintas áreas de las Ciencias Sociales, que trabajaron con Muhlethaler en descifrar los objetos de la colección desde diversas perspectivas. “Es una exhibición pensada desde la escucha activa. Hay una tendencia a pensar que solo el músico puede desenredar las fibras del sonido. En realidad, es mucho lo que uno puede interpretar y sentir como oyente”, indica la curadora.

PIEZA. Flauta hecha con un cúbito humano.
PIEZA. Flauta hecha con un cúbito humano.

Ver y escuchar

La visita empieza por una sala dividida en dos ejes: los instrumentos y los objetos sonoros. Entre las piezas arqueológicas, que fueron creadas exlcusivamente para producir sonido, están silbatos, ocarinas y flautas globulares, así como potutos y conchas marinas de gran tamaño que se usaban como trompetas. Destacan también las flautas de hueso humano, presentes en las culturas ancestrales desde la prehistoria.

El sonido de cada instrumento se escucha cuando la mediadora presiona un pequeño botón ubicado junto a las vitrinas. Algunas de las piezas exhibidas fueron un préstamo de la reserva nacional del Ministerio de Cultura.

Más adelante, se encuentran objetos de uso cotidiano como vasijas, platos y otros recipientes a los que se añadieron apliques sonoros: “La sonoridad es un complemento. Era un mundo en que los objetos tenían una capacidad sonora”. Aquí, el visitante puede escuchar los aullidos y el canto de las aves que generan las famosas botellas silbato, creadas por la cultura Chorrera, en el años 1.000 A.C.

“Parte de custodiar esta colección es investigarla y protegerla. Cuando investigas el sonido, es complejo porque no puedes desarmar la pieza”, dice Muhlethaler. Es por eso que, en la segunda sala, los visitantes pueden “conectar con la intimidad” de las piezas a través de imágenes en 3D, proporcionadas por un tomógrafo, que permiten conocer el funcionamiento interno de cada una.

Estas imágenes se consiguieron gracias a una alianza con el SIME y el Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad San Francisco.

Sonido y cuerpo

El recorrido finaliza con un espacio dedicado a los danzantes, en donde se pone en diálogo a las piezas sonoras precolombinas con los tocados, adornos e instrumentos que todavía se utilizan en las celebraciones y rituales de las comunidades indígenas.

Las máscaras y las plumas forman parte de la decoración que transforma al danzante, cuyo atuendo se complementa con apliques como cascabeles, que hacen “que el movimiento del cuerpo se convierta en pulso y sonido”.

“Esta tendencia se mantiene en el Ecuador del presente”, señala la mediadora. Las piezas etnográficas que se exhiben en esta sala son un préstamo del Museo Pumapungo de Cuenca. Finalmente, el público puede sumarse a la creación de sonido con el cuerpo con artefactos artesanales que todavía forman parte de nuestra identidad.

La muestra ‘Sonidos y danzantes’ estará abierta hasta el 17 de mayo, de jueves a martes de 9:00 a 17:30 y los miércoles de 13:30 a 17:30. (AA)

«Sabíamos que era una línea de investigación que teníamos que abordar. Los museos tenemos que escuchar a los visitantes y cumplir esas demandas”.

Jimena Muhlethaler,
curadora.

TOME NOTA

Entrada: 6 dólares general, 2 estudiantes y 3 tercera edad. Guías de turismo, personas con discapacidad y niños de hasta 3 años tienen ingreso libre.