Poco falta para que se lleven las instituciones

Pablo Fabian Ortiz Muñoz

Resulta impresionante el nivel de corrupción en el país, si lo analizamos con mesura. Un gran número de ecuatorianos 44% (Brik, 2019) estima que no importa que roben con tal de que se hagan obras. Lo que nos indica que este fenómeno se está aceptando como algo normal dentro de la sociedad.

A muchos ciudadanos no les interesa en lo más mínimo lo que sucede en el país, no ve noticias, no lee la prensa, ni se interesa en el asunto, si se les pregunta por qué no atienden o prestan atención al mismo, simplemente contestan es una pérdida de tiempo, tan solo al 8% se interesa (Brik, 2019).

Una respuesta simple, con un argumento simple: “El que roba una gallina está preso y por años, no tiene abogado y no cree en la justicia; por su parte, el que le roba al Estado y por millones de dólares, goza de libertad, se da buena vida, tiene una tracalada de abogados y como siempre la justicia está a su favor”; el 80% de los latinoamericanos desconfía de la justicia, (Brik, 2019).

En el país a lo largo de su historia no ha existido un solo gobierno por el que los ciudadanos podamos poner las manos al fuego, todos, sin excepción, han cometido algo deshonesto. Lo que ha servido de ejemplo para la continuidad de esta lacra social que nos ha costado nuestro desarrollo económico. Gran parte de la culpa la tiene nuestra tan mediocre clase política, una justicia ciega y un pueblo adormitado.

Según la CESLA (2019) se nos ubica en un rango de corrupción de 73/100 a nivel latinoamericano y en una entrevista realizada por EFE (09/11/2019) a la nueva Secretaria Anticorrupción, Dora Ordóñez, se asegura que la corrupción en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017); esto según cifras de organismos locales e internacionales, le ha costado al país entre 30.000 y 70.000 millones de dólares.

Es decir, la corrupción en el país se ha multiplicado por mil, los corruptos se han perfeccionado, se han tomado el poder, se han enquistado en las instituciones y las han prostituido. Un muy buen legado para 2020. (O)

[email protected]

Pablo Fabian Ortiz Muñoz

Resulta impresionante el nivel de corrupción en el país, si lo analizamos con mesura. Un gran número de ecuatorianos 44% (Brik, 2019) estima que no importa que roben con tal de que se hagan obras. Lo que nos indica que este fenómeno se está aceptando como algo normal dentro de la sociedad.

A muchos ciudadanos no les interesa en lo más mínimo lo que sucede en el país, no ve noticias, no lee la prensa, ni se interesa en el asunto, si se les pregunta por qué no atienden o prestan atención al mismo, simplemente contestan es una pérdida de tiempo, tan solo al 8% se interesa (Brik, 2019).

Una respuesta simple, con un argumento simple: “El que roba una gallina está preso y por años, no tiene abogado y no cree en la justicia; por su parte, el que le roba al Estado y por millones de dólares, goza de libertad, se da buena vida, tiene una tracalada de abogados y como siempre la justicia está a su favor”; el 80% de los latinoamericanos desconfía de la justicia, (Brik, 2019).

En el país a lo largo de su historia no ha existido un solo gobierno por el que los ciudadanos podamos poner las manos al fuego, todos, sin excepción, han cometido algo deshonesto. Lo que ha servido de ejemplo para la continuidad de esta lacra social que nos ha costado nuestro desarrollo económico. Gran parte de la culpa la tiene nuestra tan mediocre clase política, una justicia ciega y un pueblo adormitado.

Según la CESLA (2019) se nos ubica en un rango de corrupción de 73/100 a nivel latinoamericano y en una entrevista realizada por EFE (09/11/2019) a la nueva Secretaria Anticorrupción, Dora Ordóñez, se asegura que la corrupción en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017); esto según cifras de organismos locales e internacionales, le ha costado al país entre 30.000 y 70.000 millones de dólares.

Es decir, la corrupción en el país se ha multiplicado por mil, los corruptos se han perfeccionado, se han tomado el poder, se han enquistado en las instituciones y las han prostituido. Un muy buen legado para 2020. (O)

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Pablo Fabian Ortiz Muñoz

Resulta impresionante el nivel de corrupción en el país, si lo analizamos con mesura. Un gran número de ecuatorianos 44% (Brik, 2019) estima que no importa que roben con tal de que se hagan obras. Lo que nos indica que este fenómeno se está aceptando como algo normal dentro de la sociedad.

A muchos ciudadanos no les interesa en lo más mínimo lo que sucede en el país, no ve noticias, no lee la prensa, ni se interesa en el asunto, si se les pregunta por qué no atienden o prestan atención al mismo, simplemente contestan es una pérdida de tiempo, tan solo al 8% se interesa (Brik, 2019).

Una respuesta simple, con un argumento simple: “El que roba una gallina está preso y por años, no tiene abogado y no cree en la justicia; por su parte, el que le roba al Estado y por millones de dólares, goza de libertad, se da buena vida, tiene una tracalada de abogados y como siempre la justicia está a su favor”; el 80% de los latinoamericanos desconfía de la justicia, (Brik, 2019).

En el país a lo largo de su historia no ha existido un solo gobierno por el que los ciudadanos podamos poner las manos al fuego, todos, sin excepción, han cometido algo deshonesto. Lo que ha servido de ejemplo para la continuidad de esta lacra social que nos ha costado nuestro desarrollo económico. Gran parte de la culpa la tiene nuestra tan mediocre clase política, una justicia ciega y un pueblo adormitado.

Según la CESLA (2019) se nos ubica en un rango de corrupción de 73/100 a nivel latinoamericano y en una entrevista realizada por EFE (09/11/2019) a la nueva Secretaria Anticorrupción, Dora Ordóñez, se asegura que la corrupción en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017); esto según cifras de organismos locales e internacionales, le ha costado al país entre 30.000 y 70.000 millones de dólares.

Es decir, la corrupción en el país se ha multiplicado por mil, los corruptos se han perfeccionado, se han tomado el poder, se han enquistado en las instituciones y las han prostituido. Un muy buen legado para 2020. (O)

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Pablo Fabian Ortiz Muñoz

Resulta impresionante el nivel de corrupción en el país, si lo analizamos con mesura. Un gran número de ecuatorianos 44% (Brik, 2019) estima que no importa que roben con tal de que se hagan obras. Lo que nos indica que este fenómeno se está aceptando como algo normal dentro de la sociedad.

A muchos ciudadanos no les interesa en lo más mínimo lo que sucede en el país, no ve noticias, no lee la prensa, ni se interesa en el asunto, si se les pregunta por qué no atienden o prestan atención al mismo, simplemente contestan es una pérdida de tiempo, tan solo al 8% se interesa (Brik, 2019).

Una respuesta simple, con un argumento simple: “El que roba una gallina está preso y por años, no tiene abogado y no cree en la justicia; por su parte, el que le roba al Estado y por millones de dólares, goza de libertad, se da buena vida, tiene una tracalada de abogados y como siempre la justicia está a su favor”; el 80% de los latinoamericanos desconfía de la justicia, (Brik, 2019).

En el país a lo largo de su historia no ha existido un solo gobierno por el que los ciudadanos podamos poner las manos al fuego, todos, sin excepción, han cometido algo deshonesto. Lo que ha servido de ejemplo para la continuidad de esta lacra social que nos ha costado nuestro desarrollo económico. Gran parte de la culpa la tiene nuestra tan mediocre clase política, una justicia ciega y un pueblo adormitado.

Según la CESLA (2019) se nos ubica en un rango de corrupción de 73/100 a nivel latinoamericano y en una entrevista realizada por EFE (09/11/2019) a la nueva Secretaria Anticorrupción, Dora Ordóñez, se asegura que la corrupción en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017); esto según cifras de organismos locales e internacionales, le ha costado al país entre 30.000 y 70.000 millones de dólares.

Es decir, la corrupción en el país se ha multiplicado por mil, los corruptos se han perfeccionado, se han tomado el poder, se han enquistado en las instituciones y las han prostituido. Un muy buen legado para 2020. (O)

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