Santos Inocentes

Luis Fernando Revelo

Se cuenta que en Belén, a poca distancia de la gruta de la Natividad, hay una capilla que ostenta el nombre de los Santos Inocentes, dedicada a estas tiernas criaturas para que sean honradas junto a la cuna de Aquel por quien fueron inmoladas y también, porque de acuerdo a lo que refieren las tradiciones, sus cuerpos fueron encontrados macabramente degollados en el referido sitio.

Celebramos en este día la fiesta de los Santos Inocentes. Se los honra como mártires, pues confesaron a Jesucristo con el derramamiento de su propia sangre en una edad en la cual no eran capaces de confesarle de palabra, pero que ofrendaron su vida por orden del perverso nerón de Galilea, el desquiciado Herodes, quien ante la insólita noticia que recibiera sobre el nacimiento del Rey de los judíos y viendo su trono amenazado ordenó degollar a todos los niños menores de dos años de la comarca bethlemita y sus alrededores, convencido de que en esta batida general caería el anunciado Rey.

La matanza de los Inocentes fue acto de barbarie sin parangón en la historia. Sin embargo, el infanticida no ha muerto. Está en los médicos abortistas que acaban con la vida de inocentes en el vientre de despiadadas madres de familia. Continúa vigente en el turismo sexual infantil denunciado por algunos países, en la pornografía que la tecnología ha puesto a disposición del hombre, en las extrañas ideologías que exaltan el sexo desenfrenado, el odio y la violencia, en el hambre y la desnutrición generada por los grandes y pequeños mercaderes que elevan abusivamente los precios, sin importarles que miles de niños y jóvenes no tengan con qué alimentarse.

Hay que luchar contra todos los “herodes” que pugnan por instaurar una cultura de muerte y se han ensañado con todos los inocentes del mundo.

Luis Fernando Revelo

Se cuenta que en Belén, a poca distancia de la gruta de la Natividad, hay una capilla que ostenta el nombre de los Santos Inocentes, dedicada a estas tiernas criaturas para que sean honradas junto a la cuna de Aquel por quien fueron inmoladas y también, porque de acuerdo a lo que refieren las tradiciones, sus cuerpos fueron encontrados macabramente degollados en el referido sitio.

Celebramos en este día la fiesta de los Santos Inocentes. Se los honra como mártires, pues confesaron a Jesucristo con el derramamiento de su propia sangre en una edad en la cual no eran capaces de confesarle de palabra, pero que ofrendaron su vida por orden del perverso nerón de Galilea, el desquiciado Herodes, quien ante la insólita noticia que recibiera sobre el nacimiento del Rey de los judíos y viendo su trono amenazado ordenó degollar a todos los niños menores de dos años de la comarca bethlemita y sus alrededores, convencido de que en esta batida general caería el anunciado Rey.

La matanza de los Inocentes fue acto de barbarie sin parangón en la historia. Sin embargo, el infanticida no ha muerto. Está en los médicos abortistas que acaban con la vida de inocentes en el vientre de despiadadas madres de familia. Continúa vigente en el turismo sexual infantil denunciado por algunos países, en la pornografía que la tecnología ha puesto a disposición del hombre, en las extrañas ideologías que exaltan el sexo desenfrenado, el odio y la violencia, en el hambre y la desnutrición generada por los grandes y pequeños mercaderes que elevan abusivamente los precios, sin importarles que miles de niños y jóvenes no tengan con qué alimentarse.

Hay que luchar contra todos los “herodes” que pugnan por instaurar una cultura de muerte y se han ensañado con todos los inocentes del mundo.

Luis Fernando Revelo

Se cuenta que en Belén, a poca distancia de la gruta de la Natividad, hay una capilla que ostenta el nombre de los Santos Inocentes, dedicada a estas tiernas criaturas para que sean honradas junto a la cuna de Aquel por quien fueron inmoladas y también, porque de acuerdo a lo que refieren las tradiciones, sus cuerpos fueron encontrados macabramente degollados en el referido sitio.

Celebramos en este día la fiesta de los Santos Inocentes. Se los honra como mártires, pues confesaron a Jesucristo con el derramamiento de su propia sangre en una edad en la cual no eran capaces de confesarle de palabra, pero que ofrendaron su vida por orden del perverso nerón de Galilea, el desquiciado Herodes, quien ante la insólita noticia que recibiera sobre el nacimiento del Rey de los judíos y viendo su trono amenazado ordenó degollar a todos los niños menores de dos años de la comarca bethlemita y sus alrededores, convencido de que en esta batida general caería el anunciado Rey.

La matanza de los Inocentes fue acto de barbarie sin parangón en la historia. Sin embargo, el infanticida no ha muerto. Está en los médicos abortistas que acaban con la vida de inocentes en el vientre de despiadadas madres de familia. Continúa vigente en el turismo sexual infantil denunciado por algunos países, en la pornografía que la tecnología ha puesto a disposición del hombre, en las extrañas ideologías que exaltan el sexo desenfrenado, el odio y la violencia, en el hambre y la desnutrición generada por los grandes y pequeños mercaderes que elevan abusivamente los precios, sin importarles que miles de niños y jóvenes no tengan con qué alimentarse.

Hay que luchar contra todos los “herodes” que pugnan por instaurar una cultura de muerte y se han ensañado con todos los inocentes del mundo.

Luis Fernando Revelo

Se cuenta que en Belén, a poca distancia de la gruta de la Natividad, hay una capilla que ostenta el nombre de los Santos Inocentes, dedicada a estas tiernas criaturas para que sean honradas junto a la cuna de Aquel por quien fueron inmoladas y también, porque de acuerdo a lo que refieren las tradiciones, sus cuerpos fueron encontrados macabramente degollados en el referido sitio.

Celebramos en este día la fiesta de los Santos Inocentes. Se los honra como mártires, pues confesaron a Jesucristo con el derramamiento de su propia sangre en una edad en la cual no eran capaces de confesarle de palabra, pero que ofrendaron su vida por orden del perverso nerón de Galilea, el desquiciado Herodes, quien ante la insólita noticia que recibiera sobre el nacimiento del Rey de los judíos y viendo su trono amenazado ordenó degollar a todos los niños menores de dos años de la comarca bethlemita y sus alrededores, convencido de que en esta batida general caería el anunciado Rey.

La matanza de los Inocentes fue acto de barbarie sin parangón en la historia. Sin embargo, el infanticida no ha muerto. Está en los médicos abortistas que acaban con la vida de inocentes en el vientre de despiadadas madres de familia. Continúa vigente en el turismo sexual infantil denunciado por algunos países, en la pornografía que la tecnología ha puesto a disposición del hombre, en las extrañas ideologías que exaltan el sexo desenfrenado, el odio y la violencia, en el hambre y la desnutrición generada por los grandes y pequeños mercaderes que elevan abusivamente los precios, sin importarles que miles de niños y jóvenes no tengan con qué alimentarse.

Hay que luchar contra todos los “herodes” que pugnan por instaurar una cultura de muerte y se han ensañado con todos los inocentes del mundo.