Crimen inducido

Orlando Amores Terán

La historia de la humanidad es la historia de la violencia. El impacto económico de las conductas antisociales: prevaricato, cohecho, concusión, peculado, plagio, robo, tráfico de personas, armas y drogas es de varios billones al año.

El nivel de agresividad actual es el mayor que registra la historia, basta con mirar los sucesos de Chile, o el vandalismo de octubre, en Quito. Las derechas pretenden un mundo más pacífico a través de la implementación de mayor control de la delincuencia.

Las izquierdas no se preocupan por controlar la delincuencia, porque varios son parte del hampa que promueve las conductas antisociales, a través de sus secuaces y de organismos de DDHH.

Con el cinismo y la impunidad impuestos como política estatal, las izquierdas han logrado posicionar en América, regímenes narco-comunistas especializados en despilfarrar el erario público, para provocar que las grandes masas no se interesen por la democracia, la libertad, sino únicamente por su nivel de vida. Transforman a los pueblos en masas conformistas que solo son capaces de reaccionar cuando les quitan subsidios, bonos, prebendas a las que les hicieron tener acceso, para disminuir su sentido de responsabilidad, de obligación, su deseo de lucha por el progreso y la libertad.

Logran transformarlos en dependientes, en pedigüeños capaces de reacciones violentas, cuando ven afectados lo que les han hecho creer que son sus «derechos», para ello fragmentan la sociedad: ambientalistas, gays, feministas, indigenistas y una serie grupos a quienes les otorgan «derechos», sin la correspondencia de obligaciones, en la proporción a sus exigencias, porque están seguros que actuará en su ADN, el vínculo que existe entre la herencia genética y el crimen inducido a través de «derechos» inoculados por medio de la Ley, que al no ser satisfechos, les permite reaccionar de modo delincuencial, y protegido, a través de toda una red con vínculos internacionales, integrada por zurdos, destinada a garantizar los DDHH de los agresores, que incluye el «derecho» a saquear, incendiar, destruir, plagiar con impunidad, si son de izquierdas.

[email protected]

Orlando Amores Terán

La historia de la humanidad es la historia de la violencia. El impacto económico de las conductas antisociales: prevaricato, cohecho, concusión, peculado, plagio, robo, tráfico de personas, armas y drogas es de varios billones al año.

El nivel de agresividad actual es el mayor que registra la historia, basta con mirar los sucesos de Chile, o el vandalismo de octubre, en Quito. Las derechas pretenden un mundo más pacífico a través de la implementación de mayor control de la delincuencia.

Las izquierdas no se preocupan por controlar la delincuencia, porque varios son parte del hampa que promueve las conductas antisociales, a través de sus secuaces y de organismos de DDHH.

Con el cinismo y la impunidad impuestos como política estatal, las izquierdas han logrado posicionar en América, regímenes narco-comunistas especializados en despilfarrar el erario público, para provocar que las grandes masas no se interesen por la democracia, la libertad, sino únicamente por su nivel de vida. Transforman a los pueblos en masas conformistas que solo son capaces de reaccionar cuando les quitan subsidios, bonos, prebendas a las que les hicieron tener acceso, para disminuir su sentido de responsabilidad, de obligación, su deseo de lucha por el progreso y la libertad.

Logran transformarlos en dependientes, en pedigüeños capaces de reacciones violentas, cuando ven afectados lo que les han hecho creer que son sus «derechos», para ello fragmentan la sociedad: ambientalistas, gays, feministas, indigenistas y una serie grupos a quienes les otorgan «derechos», sin la correspondencia de obligaciones, en la proporción a sus exigencias, porque están seguros que actuará en su ADN, el vínculo que existe entre la herencia genética y el crimen inducido a través de «derechos» inoculados por medio de la Ley, que al no ser satisfechos, les permite reaccionar de modo delincuencial, y protegido, a través de toda una red con vínculos internacionales, integrada por zurdos, destinada a garantizar los DDHH de los agresores, que incluye el «derecho» a saquear, incendiar, destruir, plagiar con impunidad, si son de izquierdas.

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Orlando Amores Terán

La historia de la humanidad es la historia de la violencia. El impacto económico de las conductas antisociales: prevaricato, cohecho, concusión, peculado, plagio, robo, tráfico de personas, armas y drogas es de varios billones al año.

El nivel de agresividad actual es el mayor que registra la historia, basta con mirar los sucesos de Chile, o el vandalismo de octubre, en Quito. Las derechas pretenden un mundo más pacífico a través de la implementación de mayor control de la delincuencia.

Las izquierdas no se preocupan por controlar la delincuencia, porque varios son parte del hampa que promueve las conductas antisociales, a través de sus secuaces y de organismos de DDHH.

Con el cinismo y la impunidad impuestos como política estatal, las izquierdas han logrado posicionar en América, regímenes narco-comunistas especializados en despilfarrar el erario público, para provocar que las grandes masas no se interesen por la democracia, la libertad, sino únicamente por su nivel de vida. Transforman a los pueblos en masas conformistas que solo son capaces de reaccionar cuando les quitan subsidios, bonos, prebendas a las que les hicieron tener acceso, para disminuir su sentido de responsabilidad, de obligación, su deseo de lucha por el progreso y la libertad.

Logran transformarlos en dependientes, en pedigüeños capaces de reacciones violentas, cuando ven afectados lo que les han hecho creer que son sus «derechos», para ello fragmentan la sociedad: ambientalistas, gays, feministas, indigenistas y una serie grupos a quienes les otorgan «derechos», sin la correspondencia de obligaciones, en la proporción a sus exigencias, porque están seguros que actuará en su ADN, el vínculo que existe entre la herencia genética y el crimen inducido a través de «derechos» inoculados por medio de la Ley, que al no ser satisfechos, les permite reaccionar de modo delincuencial, y protegido, a través de toda una red con vínculos internacionales, integrada por zurdos, destinada a garantizar los DDHH de los agresores, que incluye el «derecho» a saquear, incendiar, destruir, plagiar con impunidad, si son de izquierdas.

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Orlando Amores Terán

La historia de la humanidad es la historia de la violencia. El impacto económico de las conductas antisociales: prevaricato, cohecho, concusión, peculado, plagio, robo, tráfico de personas, armas y drogas es de varios billones al año.

El nivel de agresividad actual es el mayor que registra la historia, basta con mirar los sucesos de Chile, o el vandalismo de octubre, en Quito. Las derechas pretenden un mundo más pacífico a través de la implementación de mayor control de la delincuencia.

Las izquierdas no se preocupan por controlar la delincuencia, porque varios son parte del hampa que promueve las conductas antisociales, a través de sus secuaces y de organismos de DDHH.

Con el cinismo y la impunidad impuestos como política estatal, las izquierdas han logrado posicionar en América, regímenes narco-comunistas especializados en despilfarrar el erario público, para provocar que las grandes masas no se interesen por la democracia, la libertad, sino únicamente por su nivel de vida. Transforman a los pueblos en masas conformistas que solo son capaces de reaccionar cuando les quitan subsidios, bonos, prebendas a las que les hicieron tener acceso, para disminuir su sentido de responsabilidad, de obligación, su deseo de lucha por el progreso y la libertad.

Logran transformarlos en dependientes, en pedigüeños capaces de reacciones violentas, cuando ven afectados lo que les han hecho creer que son sus «derechos», para ello fragmentan la sociedad: ambientalistas, gays, feministas, indigenistas y una serie grupos a quienes les otorgan «derechos», sin la correspondencia de obligaciones, en la proporción a sus exigencias, porque están seguros que actuará en su ADN, el vínculo que existe entre la herencia genética y el crimen inducido a través de «derechos» inoculados por medio de la Ley, que al no ser satisfechos, les permite reaccionar de modo delincuencial, y protegido, a través de toda una red con vínculos internacionales, integrada por zurdos, destinada a garantizar los DDHH de los agresores, que incluye el «derecho» a saquear, incendiar, destruir, plagiar con impunidad, si son de izquierdas.

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