Solidaridad humana

Santiago Pérez Samaniego

Cada 20 de diciembre la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas (ONU), conmemora el día de la solidaridad humana, una fecha especial que nos recuerda la importancia de combatir las desigualdades no solamente desde lo económico, sino también la responsabilidad personal y colectiva de defender y respetar los principios de la dignidad humana, igualdad, equidad, derechos humanos y la paz.

La solidaridad es un valor fundamental para las relaciones internacionales, en un planeta globalizado donde las desigualdades sociales, económicas, culturales o humanitarias están desmedidamente presentes en los países menos industrializados pese a los esfuerzo locales e internacionales por combatirlas. Habitamos un mundo intolerante, no inclusivo donde el foco central del desarrollo no está ni en las personas o el planeta, sino en mezquinos intereses personales o corporativos de los más acomodados, estas y otras situaciones como la corrupción, históricamente no han permitido a los estados voltear los ojos hacia la superación de la pobreza, el hambre o las enfermedades.

El concepto de seguridad colectiva de la ONU se basa en la solidaridad de sus miembros para unir esfuerzos por procurar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, instando a los países para que, a través de la cooperación en la solución de problemas internacionales los que más recursos económicos poseen se comprometan con los más desprotegidos para erradicar la pobreza y promover el desarrollo humano y sostenible.

A pesar de los esfuerzos, aunque no siempre eficaces de la comunidad internacional y los Estados por combatir las desigualdades, es importante identificar y actuar desde nuestros espacios más cercanos acogiendo causas sociales propias, en nuestra ciudad, barrio, los niños, los adultos mayores, etc. A través de la acción, podemos pasar de la indiferencia hacia los problemas a hechos concretos en favor de nuestras comunidades. La solidaridad o la empatía son valores humanos que debemos fomentar a través de la educación para alcanzar sociedades prósperas, pacíficas, inclusivas y resilientes, una práctica diaria que nos concierne a todos. (O)

Twitter: @santiagojperezs

Santiago Pérez Samaniego

Cada 20 de diciembre la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas (ONU), conmemora el día de la solidaridad humana, una fecha especial que nos recuerda la importancia de combatir las desigualdades no solamente desde lo económico, sino también la responsabilidad personal y colectiva de defender y respetar los principios de la dignidad humana, igualdad, equidad, derechos humanos y la paz.

La solidaridad es un valor fundamental para las relaciones internacionales, en un planeta globalizado donde las desigualdades sociales, económicas, culturales o humanitarias están desmedidamente presentes en los países menos industrializados pese a los esfuerzo locales e internacionales por combatirlas. Habitamos un mundo intolerante, no inclusivo donde el foco central del desarrollo no está ni en las personas o el planeta, sino en mezquinos intereses personales o corporativos de los más acomodados, estas y otras situaciones como la corrupción, históricamente no han permitido a los estados voltear los ojos hacia la superación de la pobreza, el hambre o las enfermedades.

El concepto de seguridad colectiva de la ONU se basa en la solidaridad de sus miembros para unir esfuerzos por procurar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, instando a los países para que, a través de la cooperación en la solución de problemas internacionales los que más recursos económicos poseen se comprometan con los más desprotegidos para erradicar la pobreza y promover el desarrollo humano y sostenible.

A pesar de los esfuerzos, aunque no siempre eficaces de la comunidad internacional y los Estados por combatir las desigualdades, es importante identificar y actuar desde nuestros espacios más cercanos acogiendo causas sociales propias, en nuestra ciudad, barrio, los niños, los adultos mayores, etc. A través de la acción, podemos pasar de la indiferencia hacia los problemas a hechos concretos en favor de nuestras comunidades. La solidaridad o la empatía son valores humanos que debemos fomentar a través de la educación para alcanzar sociedades prósperas, pacíficas, inclusivas y resilientes, una práctica diaria que nos concierne a todos. (O)

Twitter: @santiagojperezs

Santiago Pérez Samaniego

Cada 20 de diciembre la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas (ONU), conmemora el día de la solidaridad humana, una fecha especial que nos recuerda la importancia de combatir las desigualdades no solamente desde lo económico, sino también la responsabilidad personal y colectiva de defender y respetar los principios de la dignidad humana, igualdad, equidad, derechos humanos y la paz.

La solidaridad es un valor fundamental para las relaciones internacionales, en un planeta globalizado donde las desigualdades sociales, económicas, culturales o humanitarias están desmedidamente presentes en los países menos industrializados pese a los esfuerzo locales e internacionales por combatirlas. Habitamos un mundo intolerante, no inclusivo donde el foco central del desarrollo no está ni en las personas o el planeta, sino en mezquinos intereses personales o corporativos de los más acomodados, estas y otras situaciones como la corrupción, históricamente no han permitido a los estados voltear los ojos hacia la superación de la pobreza, el hambre o las enfermedades.

El concepto de seguridad colectiva de la ONU se basa en la solidaridad de sus miembros para unir esfuerzos por procurar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, instando a los países para que, a través de la cooperación en la solución de problemas internacionales los que más recursos económicos poseen se comprometan con los más desprotegidos para erradicar la pobreza y promover el desarrollo humano y sostenible.

A pesar de los esfuerzos, aunque no siempre eficaces de la comunidad internacional y los Estados por combatir las desigualdades, es importante identificar y actuar desde nuestros espacios más cercanos acogiendo causas sociales propias, en nuestra ciudad, barrio, los niños, los adultos mayores, etc. A través de la acción, podemos pasar de la indiferencia hacia los problemas a hechos concretos en favor de nuestras comunidades. La solidaridad o la empatía son valores humanos que debemos fomentar a través de la educación para alcanzar sociedades prósperas, pacíficas, inclusivas y resilientes, una práctica diaria que nos concierne a todos. (O)

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Cada 20 de diciembre la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas (ONU), conmemora el día de la solidaridad humana, una fecha especial que nos recuerda la importancia de combatir las desigualdades no solamente desde lo económico, sino también la responsabilidad personal y colectiva de defender y respetar los principios de la dignidad humana, igualdad, equidad, derechos humanos y la paz.

La solidaridad es un valor fundamental para las relaciones internacionales, en un planeta globalizado donde las desigualdades sociales, económicas, culturales o humanitarias están desmedidamente presentes en los países menos industrializados pese a los esfuerzo locales e internacionales por combatirlas. Habitamos un mundo intolerante, no inclusivo donde el foco central del desarrollo no está ni en las personas o el planeta, sino en mezquinos intereses personales o corporativos de los más acomodados, estas y otras situaciones como la corrupción, históricamente no han permitido a los estados voltear los ojos hacia la superación de la pobreza, el hambre o las enfermedades.

El concepto de seguridad colectiva de la ONU se basa en la solidaridad de sus miembros para unir esfuerzos por procurar el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, instando a los países para que, a través de la cooperación en la solución de problemas internacionales los que más recursos económicos poseen se comprometan con los más desprotegidos para erradicar la pobreza y promover el desarrollo humano y sostenible.

A pesar de los esfuerzos, aunque no siempre eficaces de la comunidad internacional y los Estados por combatir las desigualdades, es importante identificar y actuar desde nuestros espacios más cercanos acogiendo causas sociales propias, en nuestra ciudad, barrio, los niños, los adultos mayores, etc. A través de la acción, podemos pasar de la indiferencia hacia los problemas a hechos concretos en favor de nuestras comunidades. La solidaridad o la empatía son valores humanos que debemos fomentar a través de la educación para alcanzar sociedades prósperas, pacíficas, inclusivas y resilientes, una práctica diaria que nos concierne a todos. (O)

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