Nancy de Castro y Norma de Barona.

Andrés Pachano

“…Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos…”. Es Martin Luther King que abre la lectura de una honda biografía novelada.

Obra que devela el ‘…estremecedor silencio…’ de un hombre bueno, valiente: Manuel Antonio Muñoz Borrero, ecuatoriano de Cuenca, a quien el Gobierno de Israel le otorgará el título de Justo entre las Naciones y un lugar en el museo del holocausto en Tel Aviv; historia que enternece, escrita por Óscar Vela con la intensa pasión del hombre culto; su obra: ‘Ahora que cae la niebla’ (Editorial Alfaguara: agosto 2019).

El disfrute de un buen libro, cuando este nos atrapa, tiene sus episodios, por ejemplo el discurrir entre esa cruel dicotomía del lector: el ansia por conocer su desenlace y un quimérico deseo que sus páginas no se agoten y, llegado lo ineludible, sumirnos en el gozoso disfrute de su impronta. Esto lo experimenté nuevamente en la lectura que narra la silenciosa gesta de un hombre cuya acción enorgullece a la patria. “…No fui un héroe, ni jamás pretendí serlo…” habría dicho Muñoz Borrero, ¡pero lo fue!; a su riesgo otorgó cientos de pasaportes ecuatorianos a cientos de ciudadanos judíos y los salvó de las garras del Nazismo; esa su silente y humana contribución a la vida.

Es “…novela con ciertas dosis imprescindibles de ficción…” en palabras del autor que acude también al polaco Joshep Conrad al afirmar que: “…la ficción es historia, historia humana, o no es nada…”. En buena hora es tarea difícil reconocer que del relato es lo irreal. Es también historia de muchos personajes, pero también lo es la de la construcción de la novela; es relato sobre un hondo lector escrito por otro lector; escribe de un melómano consumado y quien lo hace también lo es, en un bien logrado juego de tiempos y escenarios. Me atreveré algún día al ejercicio de releer las páginas de la novela, esas cuando habla del decurso del Visby por el Mar del Norte, escucharé el Má Vlast de Smetana y con los versos de Hesse en la memoria, sumergirme en los intersticios de la melancolía.

Esta obra de Óscar Vela se presentará en Ambato el próximo 12 de diciembre.

Andrés Pachano

“…Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos…”. Es Martin Luther King que abre la lectura de una honda biografía novelada.

Obra que devela el ‘…estremecedor silencio…’ de un hombre bueno, valiente: Manuel Antonio Muñoz Borrero, ecuatoriano de Cuenca, a quien el Gobierno de Israel le otorgará el título de Justo entre las Naciones y un lugar en el museo del holocausto en Tel Aviv; historia que enternece, escrita por Óscar Vela con la intensa pasión del hombre culto; su obra: ‘Ahora que cae la niebla’ (Editorial Alfaguara: agosto 2019).

El disfrute de un buen libro, cuando este nos atrapa, tiene sus episodios, por ejemplo el discurrir entre esa cruel dicotomía del lector: el ansia por conocer su desenlace y un quimérico deseo que sus páginas no se agoten y, llegado lo ineludible, sumirnos en el gozoso disfrute de su impronta. Esto lo experimenté nuevamente en la lectura que narra la silenciosa gesta de un hombre cuya acción enorgullece a la patria. “…No fui un héroe, ni jamás pretendí serlo…” habría dicho Muñoz Borrero, ¡pero lo fue!; a su riesgo otorgó cientos de pasaportes ecuatorianos a cientos de ciudadanos judíos y los salvó de las garras del Nazismo; esa su silente y humana contribución a la vida.

Es “…novela con ciertas dosis imprescindibles de ficción…” en palabras del autor que acude también al polaco Joshep Conrad al afirmar que: “…la ficción es historia, historia humana, o no es nada…”. En buena hora es tarea difícil reconocer que del relato es lo irreal. Es también historia de muchos personajes, pero también lo es la de la construcción de la novela; es relato sobre un hondo lector escrito por otro lector; escribe de un melómano consumado y quien lo hace también lo es, en un bien logrado juego de tiempos y escenarios. Me atreveré algún día al ejercicio de releer las páginas de la novela, esas cuando habla del decurso del Visby por el Mar del Norte, escucharé el Má Vlast de Smetana y con los versos de Hesse en la memoria, sumergirme en los intersticios de la melancolía.

Esta obra de Óscar Vela se presentará en Ambato el próximo 12 de diciembre.

Andrés Pachano

“…Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos…”. Es Martin Luther King que abre la lectura de una honda biografía novelada.

Obra que devela el ‘…estremecedor silencio…’ de un hombre bueno, valiente: Manuel Antonio Muñoz Borrero, ecuatoriano de Cuenca, a quien el Gobierno de Israel le otorgará el título de Justo entre las Naciones y un lugar en el museo del holocausto en Tel Aviv; historia que enternece, escrita por Óscar Vela con la intensa pasión del hombre culto; su obra: ‘Ahora que cae la niebla’ (Editorial Alfaguara: agosto 2019).

El disfrute de un buen libro, cuando este nos atrapa, tiene sus episodios, por ejemplo el discurrir entre esa cruel dicotomía del lector: el ansia por conocer su desenlace y un quimérico deseo que sus páginas no se agoten y, llegado lo ineludible, sumirnos en el gozoso disfrute de su impronta. Esto lo experimenté nuevamente en la lectura que narra la silenciosa gesta de un hombre cuya acción enorgullece a la patria. “…No fui un héroe, ni jamás pretendí serlo…” habría dicho Muñoz Borrero, ¡pero lo fue!; a su riesgo otorgó cientos de pasaportes ecuatorianos a cientos de ciudadanos judíos y los salvó de las garras del Nazismo; esa su silente y humana contribución a la vida.

Es “…novela con ciertas dosis imprescindibles de ficción…” en palabras del autor que acude también al polaco Joshep Conrad al afirmar que: “…la ficción es historia, historia humana, o no es nada…”. En buena hora es tarea difícil reconocer que del relato es lo irreal. Es también historia de muchos personajes, pero también lo es la de la construcción de la novela; es relato sobre un hondo lector escrito por otro lector; escribe de un melómano consumado y quien lo hace también lo es, en un bien logrado juego de tiempos y escenarios. Me atreveré algún día al ejercicio de releer las páginas de la novela, esas cuando habla del decurso del Visby por el Mar del Norte, escucharé el Má Vlast de Smetana y con los versos de Hesse en la memoria, sumergirme en los intersticios de la melancolía.

Esta obra de Óscar Vela se presentará en Ambato el próximo 12 de diciembre.

Andrés Pachano

“…Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos…”. Es Martin Luther King que abre la lectura de una honda biografía novelada.

Obra que devela el ‘…estremecedor silencio…’ de un hombre bueno, valiente: Manuel Antonio Muñoz Borrero, ecuatoriano de Cuenca, a quien el Gobierno de Israel le otorgará el título de Justo entre las Naciones y un lugar en el museo del holocausto en Tel Aviv; historia que enternece, escrita por Óscar Vela con la intensa pasión del hombre culto; su obra: ‘Ahora que cae la niebla’ (Editorial Alfaguara: agosto 2019).

El disfrute de un buen libro, cuando este nos atrapa, tiene sus episodios, por ejemplo el discurrir entre esa cruel dicotomía del lector: el ansia por conocer su desenlace y un quimérico deseo que sus páginas no se agoten y, llegado lo ineludible, sumirnos en el gozoso disfrute de su impronta. Esto lo experimenté nuevamente en la lectura que narra la silenciosa gesta de un hombre cuya acción enorgullece a la patria. “…No fui un héroe, ni jamás pretendí serlo…” habría dicho Muñoz Borrero, ¡pero lo fue!; a su riesgo otorgó cientos de pasaportes ecuatorianos a cientos de ciudadanos judíos y los salvó de las garras del Nazismo; esa su silente y humana contribución a la vida.

Es “…novela con ciertas dosis imprescindibles de ficción…” en palabras del autor que acude también al polaco Joshep Conrad al afirmar que: “…la ficción es historia, historia humana, o no es nada…”. En buena hora es tarea difícil reconocer que del relato es lo irreal. Es también historia de muchos personajes, pero también lo es la de la construcción de la novela; es relato sobre un hondo lector escrito por otro lector; escribe de un melómano consumado y quien lo hace también lo es, en un bien logrado juego de tiempos y escenarios. Me atreveré algún día al ejercicio de releer las páginas de la novela, esas cuando habla del decurso del Visby por el Mar del Norte, escucharé el Má Vlast de Smetana y con los versos de Hesse en la memoria, sumergirme en los intersticios de la melancolía.

Esta obra de Óscar Vela se presentará en Ambato el próximo 12 de diciembre.