Vicisitudes de la vida

Jaime A. Guzmán R.

Hace algunos meses, renunciando a mis intereses económicos, me solidaricé con un amigo, a quien auxilié en un asunto que no vale la pena comentarlo.

El 15 de agosto de 2019, circunstancialmente me encontré con él y mi sorpresa que cruzó la calle para no saludarme.

Me quedé por un momento sin entender ni juzgar tal actitud. Conduciendo mi vehículo con rumbo a mi casa, durante todo el camino me interrogaba: ¿por qué?

En mis horas de descanso meditaba y buscaba respuestas a lo ocurrido y no las encontraba.

Un cierto día, me encontré con gran amigo y le comenté el asunto. Él sabiamente me contesto: -“Tranquilo: En este mundo hay centenar de personas- con las excepciones de rigor- que no conocen el sentimiento tan noble de la gratitud. Por tanto, lo que puedo sugerirte es que recuerdes aquel precepto arraigado en nuestro medio que dice”: “hay que dar sin esperar nada a cambio”.

Existen dos criterios al respecto. Para muchas personas, este refrán encierra en sus letras un mandato que nos demuestra que dar todo lo que se puede por los demás, sin condiciones y por completo, es un acto maravilloso que nos trae mucha felicidad. Pero, para otros, dar sin recibir nada a cambio no siempre es positivo, porque la ingratitud es el resultado final de esta virtud.

Amigo lector, como habrá observado usted existe contradicción en torno a esta frase. No obstante, intuí – amparándome en tan colosal lección de mi amigo- que ayudar a quien lo necesita debería ser un acto auténtico sin ni siquiera esperar un “gracias”. Si nuestra naturaleza es dar, el hecho de no recibir, no debería condicionarnos para dejar de dar a los demás. (O)

[email protected]

Jaime A. Guzmán R.

Hace algunos meses, renunciando a mis intereses económicos, me solidaricé con un amigo, a quien auxilié en un asunto que no vale la pena comentarlo.

El 15 de agosto de 2019, circunstancialmente me encontré con él y mi sorpresa que cruzó la calle para no saludarme.

Me quedé por un momento sin entender ni juzgar tal actitud. Conduciendo mi vehículo con rumbo a mi casa, durante todo el camino me interrogaba: ¿por qué?

En mis horas de descanso meditaba y buscaba respuestas a lo ocurrido y no las encontraba.

Un cierto día, me encontré con gran amigo y le comenté el asunto. Él sabiamente me contesto: -“Tranquilo: En este mundo hay centenar de personas- con las excepciones de rigor- que no conocen el sentimiento tan noble de la gratitud. Por tanto, lo que puedo sugerirte es que recuerdes aquel precepto arraigado en nuestro medio que dice”: “hay que dar sin esperar nada a cambio”.

Existen dos criterios al respecto. Para muchas personas, este refrán encierra en sus letras un mandato que nos demuestra que dar todo lo que se puede por los demás, sin condiciones y por completo, es un acto maravilloso que nos trae mucha felicidad. Pero, para otros, dar sin recibir nada a cambio no siempre es positivo, porque la ingratitud es el resultado final de esta virtud.

Amigo lector, como habrá observado usted existe contradicción en torno a esta frase. No obstante, intuí – amparándome en tan colosal lección de mi amigo- que ayudar a quien lo necesita debería ser un acto auténtico sin ni siquiera esperar un “gracias”. Si nuestra naturaleza es dar, el hecho de no recibir, no debería condicionarnos para dejar de dar a los demás. (O)

[email protected]

Jaime A. Guzmán R.

Hace algunos meses, renunciando a mis intereses económicos, me solidaricé con un amigo, a quien auxilié en un asunto que no vale la pena comentarlo.

El 15 de agosto de 2019, circunstancialmente me encontré con él y mi sorpresa que cruzó la calle para no saludarme.

Me quedé por un momento sin entender ni juzgar tal actitud. Conduciendo mi vehículo con rumbo a mi casa, durante todo el camino me interrogaba: ¿por qué?

En mis horas de descanso meditaba y buscaba respuestas a lo ocurrido y no las encontraba.

Un cierto día, me encontré con gran amigo y le comenté el asunto. Él sabiamente me contesto: -“Tranquilo: En este mundo hay centenar de personas- con las excepciones de rigor- que no conocen el sentimiento tan noble de la gratitud. Por tanto, lo que puedo sugerirte es que recuerdes aquel precepto arraigado en nuestro medio que dice”: “hay que dar sin esperar nada a cambio”.

Existen dos criterios al respecto. Para muchas personas, este refrán encierra en sus letras un mandato que nos demuestra que dar todo lo que se puede por los demás, sin condiciones y por completo, es un acto maravilloso que nos trae mucha felicidad. Pero, para otros, dar sin recibir nada a cambio no siempre es positivo, porque la ingratitud es el resultado final de esta virtud.

Amigo lector, como habrá observado usted existe contradicción en torno a esta frase. No obstante, intuí – amparándome en tan colosal lección de mi amigo- que ayudar a quien lo necesita debería ser un acto auténtico sin ni siquiera esperar un “gracias”. Si nuestra naturaleza es dar, el hecho de no recibir, no debería condicionarnos para dejar de dar a los demás. (O)

[email protected]

Jaime A. Guzmán R.

Hace algunos meses, renunciando a mis intereses económicos, me solidaricé con un amigo, a quien auxilié en un asunto que no vale la pena comentarlo.

El 15 de agosto de 2019, circunstancialmente me encontré con él y mi sorpresa que cruzó la calle para no saludarme.

Me quedé por un momento sin entender ni juzgar tal actitud. Conduciendo mi vehículo con rumbo a mi casa, durante todo el camino me interrogaba: ¿por qué?

En mis horas de descanso meditaba y buscaba respuestas a lo ocurrido y no las encontraba.

Un cierto día, me encontré con gran amigo y le comenté el asunto. Él sabiamente me contesto: -“Tranquilo: En este mundo hay centenar de personas- con las excepciones de rigor- que no conocen el sentimiento tan noble de la gratitud. Por tanto, lo que puedo sugerirte es que recuerdes aquel precepto arraigado en nuestro medio que dice”: “hay que dar sin esperar nada a cambio”.

Existen dos criterios al respecto. Para muchas personas, este refrán encierra en sus letras un mandato que nos demuestra que dar todo lo que se puede por los demás, sin condiciones y por completo, es un acto maravilloso que nos trae mucha felicidad. Pero, para otros, dar sin recibir nada a cambio no siempre es positivo, porque la ingratitud es el resultado final de esta virtud.

Amigo lector, como habrá observado usted existe contradicción en torno a esta frase. No obstante, intuí – amparándome en tan colosal lección de mi amigo- que ayudar a quien lo necesita debería ser un acto auténtico sin ni siquiera esperar un “gracias”. Si nuestra naturaleza es dar, el hecho de no recibir, no debería condicionarnos para dejar de dar a los demás. (O)

[email protected]