Línea roja

Andrés Pachano

Como para entender -ojalá la apreciación sea equivocada- que en octubre de este año la actual dirigencia de la Conaie desenterró su hacha de guerra.

A más de la virulencia de la protesta en las calles de las ciudades del país, hay hechos sintomáticos que hacen ver, con extrema preocupación, que el famoso decreto que entre otros aspectos elevó el costo de los combustibles, puede haber sido solo la azada inicial de una terrible confrontación nacional. Los signos así lo señalan. Las declaraciones y actitudes de los señores Vargas e Iza, pueden develar el camino que ellos quieren recorrer.

La insistencia -con amenazas de castigo- sobre la necesidad que las autoridades del Estado Nacional deban contar con autorización expresa (coordinación la llaman ellos) para ingresar a “sus territorios”, habla de su especial entendimiento, como una especie de extraterritorialidad de los espacios de vida de los indígenas ecuatorianos, espacio sometido a su particular y sesgado entendimiento de la “justicia indígena”, quizá la conciben como una legislación particular y propia que gobierna esos espacios. A ello súmese esa extraña, inentendible, justificación de un culto excanciller de la República, la doctora Pacari, quien sostiene que para las culturas andinas, es propio el suelo que ellos pisen en cualquier momento. ¿Territorio móvil?

Pronto cualquier ciudadano será retenido, “juzgado y castigado” por violar los lindes del territorio de esa novel cosmovisión.

No es muy aventurada entonces la excitación del señor Vargas, de contar con “ejército propio”. Su necesidad puede estar aparejada a la defensa de “sus territorios” bajo el amparo de la “justicia indígena” que la entiende como su propia legislación. Guardia que de paso ya se manifestó en los días de octubre, eran aquellos ciudadanos con lanzas y pluma en sus frentes, los mismos que obligaban cerrar los negocios; ellos se denominan “ex – combatientes”, parecerían ser ex – conscriptos del ejército.

Urge reformar las novelerías de la Constitución que abren las puertas a la peligrosa creación de un “Estado dentro de otro Estado”; la existencia y organización del Ecuador camina en las lindes de una minada línea roja.

Andrés Pachano

Como para entender -ojalá la apreciación sea equivocada- que en octubre de este año la actual dirigencia de la Conaie desenterró su hacha de guerra.

A más de la virulencia de la protesta en las calles de las ciudades del país, hay hechos sintomáticos que hacen ver, con extrema preocupación, que el famoso decreto que entre otros aspectos elevó el costo de los combustibles, puede haber sido solo la azada inicial de una terrible confrontación nacional. Los signos así lo señalan. Las declaraciones y actitudes de los señores Vargas e Iza, pueden develar el camino que ellos quieren recorrer.

La insistencia -con amenazas de castigo- sobre la necesidad que las autoridades del Estado Nacional deban contar con autorización expresa (coordinación la llaman ellos) para ingresar a “sus territorios”, habla de su especial entendimiento, como una especie de extraterritorialidad de los espacios de vida de los indígenas ecuatorianos, espacio sometido a su particular y sesgado entendimiento de la “justicia indígena”, quizá la conciben como una legislación particular y propia que gobierna esos espacios. A ello súmese esa extraña, inentendible, justificación de un culto excanciller de la República, la doctora Pacari, quien sostiene que para las culturas andinas, es propio el suelo que ellos pisen en cualquier momento. ¿Territorio móvil?

Pronto cualquier ciudadano será retenido, “juzgado y castigado” por violar los lindes del territorio de esa novel cosmovisión.

No es muy aventurada entonces la excitación del señor Vargas, de contar con “ejército propio”. Su necesidad puede estar aparejada a la defensa de “sus territorios” bajo el amparo de la “justicia indígena” que la entiende como su propia legislación. Guardia que de paso ya se manifestó en los días de octubre, eran aquellos ciudadanos con lanzas y pluma en sus frentes, los mismos que obligaban cerrar los negocios; ellos se denominan “ex – combatientes”, parecerían ser ex – conscriptos del ejército.

Urge reformar las novelerías de la Constitución que abren las puertas a la peligrosa creación de un “Estado dentro de otro Estado”; la existencia y organización del Ecuador camina en las lindes de una minada línea roja.

Andrés Pachano

Como para entender -ojalá la apreciación sea equivocada- que en octubre de este año la actual dirigencia de la Conaie desenterró su hacha de guerra.

A más de la virulencia de la protesta en las calles de las ciudades del país, hay hechos sintomáticos que hacen ver, con extrema preocupación, que el famoso decreto que entre otros aspectos elevó el costo de los combustibles, puede haber sido solo la azada inicial de una terrible confrontación nacional. Los signos así lo señalan. Las declaraciones y actitudes de los señores Vargas e Iza, pueden develar el camino que ellos quieren recorrer.

La insistencia -con amenazas de castigo- sobre la necesidad que las autoridades del Estado Nacional deban contar con autorización expresa (coordinación la llaman ellos) para ingresar a “sus territorios”, habla de su especial entendimiento, como una especie de extraterritorialidad de los espacios de vida de los indígenas ecuatorianos, espacio sometido a su particular y sesgado entendimiento de la “justicia indígena”, quizá la conciben como una legislación particular y propia que gobierna esos espacios. A ello súmese esa extraña, inentendible, justificación de un culto excanciller de la República, la doctora Pacari, quien sostiene que para las culturas andinas, es propio el suelo que ellos pisen en cualquier momento. ¿Territorio móvil?

Pronto cualquier ciudadano será retenido, “juzgado y castigado” por violar los lindes del territorio de esa novel cosmovisión.

No es muy aventurada entonces la excitación del señor Vargas, de contar con “ejército propio”. Su necesidad puede estar aparejada a la defensa de “sus territorios” bajo el amparo de la “justicia indígena” que la entiende como su propia legislación. Guardia que de paso ya se manifestó en los días de octubre, eran aquellos ciudadanos con lanzas y pluma en sus frentes, los mismos que obligaban cerrar los negocios; ellos se denominan “ex – combatientes”, parecerían ser ex – conscriptos del ejército.

Urge reformar las novelerías de la Constitución que abren las puertas a la peligrosa creación de un “Estado dentro de otro Estado”; la existencia y organización del Ecuador camina en las lindes de una minada línea roja.

Andrés Pachano

Como para entender -ojalá la apreciación sea equivocada- que en octubre de este año la actual dirigencia de la Conaie desenterró su hacha de guerra.

A más de la virulencia de la protesta en las calles de las ciudades del país, hay hechos sintomáticos que hacen ver, con extrema preocupación, que el famoso decreto que entre otros aspectos elevó el costo de los combustibles, puede haber sido solo la azada inicial de una terrible confrontación nacional. Los signos así lo señalan. Las declaraciones y actitudes de los señores Vargas e Iza, pueden develar el camino que ellos quieren recorrer.

La insistencia -con amenazas de castigo- sobre la necesidad que las autoridades del Estado Nacional deban contar con autorización expresa (coordinación la llaman ellos) para ingresar a “sus territorios”, habla de su especial entendimiento, como una especie de extraterritorialidad de los espacios de vida de los indígenas ecuatorianos, espacio sometido a su particular y sesgado entendimiento de la “justicia indígena”, quizá la conciben como una legislación particular y propia que gobierna esos espacios. A ello súmese esa extraña, inentendible, justificación de un culto excanciller de la República, la doctora Pacari, quien sostiene que para las culturas andinas, es propio el suelo que ellos pisen en cualquier momento. ¿Territorio móvil?

Pronto cualquier ciudadano será retenido, “juzgado y castigado” por violar los lindes del territorio de esa novel cosmovisión.

No es muy aventurada entonces la excitación del señor Vargas, de contar con “ejército propio”. Su necesidad puede estar aparejada a la defensa de “sus territorios” bajo el amparo de la “justicia indígena” que la entiende como su propia legislación. Guardia que de paso ya se manifestó en los días de octubre, eran aquellos ciudadanos con lanzas y pluma en sus frentes, los mismos que obligaban cerrar los negocios; ellos se denominan “ex – combatientes”, parecerían ser ex – conscriptos del ejército.

Urge reformar las novelerías de la Constitución que abren las puertas a la peligrosa creación de un “Estado dentro de otro Estado”; la existencia y organización del Ecuador camina en las lindes de una minada línea roja.