Críticas constructivas

ARMANDO DAZA QUIÑÓNEZ

Winston Churchill manifestó “muchas críticas son dolorosas, pero muy innecesarias”; la publicidad acertada y oportuna casi siempre sirve para corregir errores individuales o sociopolíticos. Tenemos que luchar por conseguir no solamente avances materiales, sino también incorporar en nuestra conducta normas educativas culturales, que no sean las ordenanzas y leyes que nos imponen y que nosotros mismos sintamos una dinámica humana como la de mantener limpio nuestro entorno, nuestro espacio verde y nuestra alma, al conducir una nación, una provincia o una parroquia.

La fuerza del tiempo, su energía espacial, la evolución y la innovación van cambiando los sistemas industriales, las normas jurídicas, las costumbres y los procesos políticos y monárquicos. En la monarquía era el Papa que coronaba a nombre de Dios a los Reyes, como muestra de poder asociado, hasta la llegada de Napoleón Bonaparte que arrebató la corona al Sumo Pontífice y se auto coronó por sentirse enviado especial del Cielo, hecho valiente que marcó diferencias, al desligar al gobierno de la Iglesia. Luego, de suyo, se denunciaron otros vacíos como la falta de conocimientos filosóficos, políticos, comportamiento democrático y otros, porque solamente las normas protocolares de los reinados nunca fueron suficientes para una investidura tan alta.

Lao She expresó: “con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren grandes obras”. Las monarquías están en el ocaso de su existencia por falta de grandes obras como la educación, orientación e integración con la sociedad civil y otras obras transcendentes. Muchos gobiernos de nuestro país como el de Rafael Correa, Jamil Mahuad, terminaron su periodo y en vez de dejar grandes obras dejaron grandes perjuicios y son de ingrata recordación. El presidente Lenín Moreno tiene un gran reto, todavía le queda un año largo de gobierno, tiempo en el que puede abandonar las buenas palabras y diálogos y dedicarse a construir grandes obras, lo que es su obligación sin pensar en engrandecerse personalmente.

[email protected]

ARMANDO DAZA QUIÑÓNEZ

Winston Churchill manifestó “muchas críticas son dolorosas, pero muy innecesarias”; la publicidad acertada y oportuna casi siempre sirve para corregir errores individuales o sociopolíticos. Tenemos que luchar por conseguir no solamente avances materiales, sino también incorporar en nuestra conducta normas educativas culturales, que no sean las ordenanzas y leyes que nos imponen y que nosotros mismos sintamos una dinámica humana como la de mantener limpio nuestro entorno, nuestro espacio verde y nuestra alma, al conducir una nación, una provincia o una parroquia.

La fuerza del tiempo, su energía espacial, la evolución y la innovación van cambiando los sistemas industriales, las normas jurídicas, las costumbres y los procesos políticos y monárquicos. En la monarquía era el Papa que coronaba a nombre de Dios a los Reyes, como muestra de poder asociado, hasta la llegada de Napoleón Bonaparte que arrebató la corona al Sumo Pontífice y se auto coronó por sentirse enviado especial del Cielo, hecho valiente que marcó diferencias, al desligar al gobierno de la Iglesia. Luego, de suyo, se denunciaron otros vacíos como la falta de conocimientos filosóficos, políticos, comportamiento democrático y otros, porque solamente las normas protocolares de los reinados nunca fueron suficientes para una investidura tan alta.

Lao She expresó: “con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren grandes obras”. Las monarquías están en el ocaso de su existencia por falta de grandes obras como la educación, orientación e integración con la sociedad civil y otras obras transcendentes. Muchos gobiernos de nuestro país como el de Rafael Correa, Jamil Mahuad, terminaron su periodo y en vez de dejar grandes obras dejaron grandes perjuicios y son de ingrata recordación. El presidente Lenín Moreno tiene un gran reto, todavía le queda un año largo de gobierno, tiempo en el que puede abandonar las buenas palabras y diálogos y dedicarse a construir grandes obras, lo que es su obligación sin pensar en engrandecerse personalmente.

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Winston Churchill manifestó “muchas críticas son dolorosas, pero muy innecesarias”; la publicidad acertada y oportuna casi siempre sirve para corregir errores individuales o sociopolíticos. Tenemos que luchar por conseguir no solamente avances materiales, sino también incorporar en nuestra conducta normas educativas culturales, que no sean las ordenanzas y leyes que nos imponen y que nosotros mismos sintamos una dinámica humana como la de mantener limpio nuestro entorno, nuestro espacio verde y nuestra alma, al conducir una nación, una provincia o una parroquia.

La fuerza del tiempo, su energía espacial, la evolución y la innovación van cambiando los sistemas industriales, las normas jurídicas, las costumbres y los procesos políticos y monárquicos. En la monarquía era el Papa que coronaba a nombre de Dios a los Reyes, como muestra de poder asociado, hasta la llegada de Napoleón Bonaparte que arrebató la corona al Sumo Pontífice y se auto coronó por sentirse enviado especial del Cielo, hecho valiente que marcó diferencias, al desligar al gobierno de la Iglesia. Luego, de suyo, se denunciaron otros vacíos como la falta de conocimientos filosóficos, políticos, comportamiento democrático y otros, porque solamente las normas protocolares de los reinados nunca fueron suficientes para una investidura tan alta.

Lao She expresó: “con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren grandes obras”. Las monarquías están en el ocaso de su existencia por falta de grandes obras como la educación, orientación e integración con la sociedad civil y otras obras transcendentes. Muchos gobiernos de nuestro país como el de Rafael Correa, Jamil Mahuad, terminaron su periodo y en vez de dejar grandes obras dejaron grandes perjuicios y son de ingrata recordación. El presidente Lenín Moreno tiene un gran reto, todavía le queda un año largo de gobierno, tiempo en el que puede abandonar las buenas palabras y diálogos y dedicarse a construir grandes obras, lo que es su obligación sin pensar en engrandecerse personalmente.

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Winston Churchill manifestó “muchas críticas son dolorosas, pero muy innecesarias”; la publicidad acertada y oportuna casi siempre sirve para corregir errores individuales o sociopolíticos. Tenemos que luchar por conseguir no solamente avances materiales, sino también incorporar en nuestra conducta normas educativas culturales, que no sean las ordenanzas y leyes que nos imponen y que nosotros mismos sintamos una dinámica humana como la de mantener limpio nuestro entorno, nuestro espacio verde y nuestra alma, al conducir una nación, una provincia o una parroquia.

La fuerza del tiempo, su energía espacial, la evolución y la innovación van cambiando los sistemas industriales, las normas jurídicas, las costumbres y los procesos políticos y monárquicos. En la monarquía era el Papa que coronaba a nombre de Dios a los Reyes, como muestra de poder asociado, hasta la llegada de Napoleón Bonaparte que arrebató la corona al Sumo Pontífice y se auto coronó por sentirse enviado especial del Cielo, hecho valiente que marcó diferencias, al desligar al gobierno de la Iglesia. Luego, de suyo, se denunciaron otros vacíos como la falta de conocimientos filosóficos, políticos, comportamiento democrático y otros, porque solamente las normas protocolares de los reinados nunca fueron suficientes para una investidura tan alta.

Lao She expresó: “con buenas palabras se puede negociar, pero para engrandecerse se requieren grandes obras”. Las monarquías están en el ocaso de su existencia por falta de grandes obras como la educación, orientación e integración con la sociedad civil y otras obras transcendentes. Muchos gobiernos de nuestro país como el de Rafael Correa, Jamil Mahuad, terminaron su periodo y en vez de dejar grandes obras dejaron grandes perjuicios y son de ingrata recordación. El presidente Lenín Moreno tiene un gran reto, todavía le queda un año largo de gobierno, tiempo en el que puede abandonar las buenas palabras y diálogos y dedicarse a construir grandes obras, lo que es su obligación sin pensar en engrandecerse personalmente.

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